Mucha información fue la que llegaba y toda era debidamente catalogada, por diferentes filtros. Entre ellos, se hicieron bibliotecas de olores, y dentro de estas, se armó una exposición nómada que estuvo moviéndose durante diez años por todos los rincones del mundo, tal era su éxito.
La exposición se llamó Ventosidades, y los visitantes podían oler o catar todos los vientos excretados del cuerpo a lo largo de todas las épocas del ser humano que se habían recopilado.
Los datos del Hacedor, el sintetizador de puntos de vista de la democracia electrónica de Un Súper Mundo Feliz, decretó que los olores más nauseabundos y putrefactos eran, sin lugar a dudas, y con un consenso del 95,789 por ciento, los pedos del Imperio Romano.
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