Antes de la revolución, apenas podíamos encontrar en Europa, en algún pueblo perdido quizás de Portugal, lavaderos comunitarios, a las afueras del pueblo, donde la gente iba a lavar la ropa, también en Galicia y en las zonas rurales de Occidente.
Tras la revolución, los lavaderos de ropa a mano se convirtieron en una de las principales actividades sociales del hombre europeo, y muchas lavadoras, por falta de uso, pasaron a ser recicladas convenientemente y convertidas en otros aparatos de tecnología, que a juzgar por el aldeano global hacían más falta.