Es la reina Letizia, según dicen, eneatipo 3, y si así lo fuera, no defrauda en su perfil de autoexigencia, de deseo de profesionalidad y de búsqueda en todo momento de la excelencia. Todo esto pasa inadvertido para los mass media del mundo rosa, como pasó su acelerado proceso de aprendizaje de la lengua inglesa, con el que consiguió alcanzar un acento más que aceptable para haber aprendido inglés en la edad adulta y a marchas aceleradas y sin estar en contacto con un ambiente nativo durante un período prolongado de tiempo en la infancia o en la adolescencia. Sí, porque ella no pertenecía a esa clase social que lleva a los hijos a pasar los veranos a Norteamérica. No.
Insistimos, todo este afán de perfeccionamiento de habilidades se ignora de forma consciente e intencionada.
Quiere la reina Letizia salvar la monarquía y que su hija sea reina a golpe de ejemplaridad. Pero como dijo el doctor Pablo Iglesias, queremos oírla hablar. Y a la reina se la sigue callando, enmudeciendo, quizás porque dicen que no tiene inteligencia social, como la tenía el rey emérito, para ponerse a la altura de una señora desdentada del barrio de Vallecas. Quizás porque es muy suya, muy celosa de sus cosas, de su intimidad, y se ha cerrado, y es estricta en aplicar su visión de las cosas a su realidad.
Se echa de menos a la reina en programas como La Resistencia, en una entrevista con Jordi Évole, en el Hormiguero, o en la casa de Bertín Osborne. Esto haría a la monarquía más popular. Pero ¿podría? Hace poco vimos a Belén Esteban o al propio Bertín moverse como pez en el agua en un escenario de troleo como es el de La Resistencia. ¿En la vida moderna quizás? ¿En Buenismo Bien acaso? Si la reina Letizia fuera Letizia, sabría moverse como pez en el agua en estos contextos, pero claro, tiene a toda la derecha monárquica respirando en su nuca, como un lobo negro que la empuja a ser quien no es, que la empuja contra la pared y le pone la espada de Damocles, y le dice, no te muevas, no metas la pata, estáte a la altura, no seas tú, y todo irá bien.
Pero no va bien. Y ella lo sabe y todos lo sabemos. Y pasa el tiempo, y todas las esperanzas de crear un nuevo estilo monárquico, una monarquía cercana, progre, que le caiga bien a los modernitos, tipo Broncano, tipo Quequé, tipo el clan de Muchachada Da Nui, se han agotado y ya no están ni siquiera ni en la caja de Pandora.
Y este espacio que no está ocupando ella, lo ocupan los no-periodistas del corazón, que le dan rancho, pan y circo a la masa del Sálvame a su costa. La diferencia entre C.Tangana y la reina Letizia es que el primero está decidiendo ‘sus etiquetas’, como a él le gusta decir, y la segunda, siendo tan capaz como él, no. Y esto es un fracaso para ella, por lo menos, a nivel político-discursivo.
Bien es cierto que los tiempos históricos no la han acompañado. Ella, siempre tan revolucionaria, se ha encontrado atrapada en un período histórico reaccionario, contra revolucionario, que es el que, para más dificultad, la mantiene en el poder, porque no ha sabido persuadir a la izquierda modernita y progre, a la izquierda capitalista que representa el Broncano, de que aguanten, por piedad, a la monarquía, un tiempo más.
La reina Letizia nunca estará a la altura para la sociedad española porque nos está dando algo que nadie le ha pedido y que nadie espera de ella. Le pasa lo mismo que a los superdotados en la escuela pública (ella lo sabe muy bien, puesto que tiene un alto CI). Le pasa exactamente lo mismo que le pasó a Errejón cuando publicó en Twitter su reflexión sobre el ‘núcleo irradiador’.
¿Quién es el público de la reina Letizia? Esto es una pregunta que su gabinete asesor se debe hacer si quiere mejorar la imagen de la monarquía, donde ella es una pieza fundamental.
Ah, y una última reflexión, si alguien me preguntara cuál es el problema más grande de ‘su personaje’, es la absoluta falta de creatividad y de originalidad. Si la imaginación y la fuerza creativa se cercena como se cercenó el cerebro de la hija mayor de los Kennedy, NUNCA SE PODRÁ HACER HISTORIA.