Yo, señor, no soy malo. Tan solo fui un hombre que puso el mal al servicio del bien. Y, ahora, vosotros, los invisibles, los gestores de la muerte, daréis buena cuenta de mi alma, sabiendo que asesiné y amé a partes igual, y que fui un estricto cumplidor del plan Noé y que, yo, como tantos otros, hice lo que hice para que, como dice mi amigo Cervantes, la tierra se tornase paraíso, y volviéramos, lo antes posible, a la edad dorada del hombre.
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