Adil y Miguel Ángel en el cuarto oscuro: No es cotillear, es referir.
—¿Qué haces?
—Miro unos videos.
—¿De quién? ¿De esa piba?
—Sí.
—Pero si no lo necesitas. Eres Dios, ¿recuerdas? Se te ha proporcionado acceso directo a todas las cámaras de Un Mundo Feliz, controlas hasta las cámaras de los diminutos.
—Nada de los hombres me es ajeno, sobre todo cuando soy uno de ellos. Y mucho menos, las tecnologías que van creando. Me gustan mucho. Es más, me fascinan. Sobre todo las de la Edad Media. Tengo que reconocer que estas cámaras espías que nos siguen a todas partes son increíbles, se mimetizan y aprovechan el viento que utilizamos al andar para sobrevolarnos, yo las denomino “demonios”, me recuerdan a una semilla de mi tierra con este nombre popular que se transporta así.
—¡Ja, ja! Muy apropiado. Le he escuchado decir a la otra loca, a Valeria, que su novio tiene un traje que usa esta tecnología mimética. ¿Tú has visto alguna vez al tío ese? ¿Al tal Alejo? Las cámaras no lo ven nunca.
—Si Valeria dice que lleva un traje mimético… Las cámaras… Nadie mejor que nosotros sabe que lo que aparece por la pantalla no es la verdad, sino la verdad que nosotros queremos que aparezca. Las cámaras ven con nuestros ojos lo que nosotros queremos que veamos.
—No empieces con los juegos de palabras que me pierdo. Oye, por cierto, ahora que se me ha venido a la cabeza con esto de lo del extraterrestre invisible, este rollo de que las pirámides fueron construidas por los extraterrestres, ¿esto es verdad?
—La historia de la humanidad es un círculo, tal vez los extraterrestres no eran tan “extra” como se les supone. Los tempohistoriadores son la respuesta y hasta aquí puedo leer.
—Ya, como siempre. De qué me sirve que lo sepas todo si luego nunca me explicas bien nada. En fin, a lo nuestro. Te veo bajo de autoestima, chavalote. Eso de espiar a las mujeres por las cámaras es para frikis. ¿Piensas que con tu encanto personal no es suficiente?
—Esta es una persona muy especial. La adoro. No puedo dejar de mirarla. Mira lo que está haciendo aquí. Se está cortando con su escarpelo la piel de los dedos de los pies, y luego, cada vez que saca un pellejillo, se lo introduce en la boca y lo chupa largo tiempo, luego lo divide en trozos diminutos con los dientes y, finalmente, los escupe a la pared y se queda mirando la disposición de los trozos largo tiempo. Está a punto de sacar la idea por la que le van a dar el segundo premio Nobel, pero eso ella no lo sabe.
—¿Otro? No sé si los faraones van a permitir que… Bueno, da igual, el caso es que no entiendo por qué te gusta esa locatis, a mí todo esto me pone cero. Esa piba, lo siento por ti, hermano, está loca de atar. Estos videos parecen un documental de antropología animal. Se podría decir que Alexia es un paso más allá en la evolución de los bonobos. Ten cuidado, que un día de estos se te planta encima y te despioja, jojojojo.
—Qué gracioso eres. A veces, reconozco que me alegro de que seas, para toda la humanidad, el traidor.
—El hijo de dios no debe albergar esa clase de ambigüedades. Yo soy tu elegido, ¿recuerdas? Escúchame, hermano, esa mujer no tiene nada de especial; de hecho, está chalada. No sabes dónde te estás metiendo. Convivir con personas con problemas mentales es muy sacrificado, estamos aquí para vivir la vida, somos libres, ricos, podemos hacer lo que queramos, ¿a qué viene complicarse la vida asumiendo cargas que no nos corresponden? Que la cuide su familia… Tú no tienes por qué responsa…
—Alexia no es una carga. Yo voy mucho más ligero cuando está a mi lado.
—Sí, a lo mejor ahora te parece especial, pero dentro de treinta años, cuando la veas vieja haciendo eso…Hazme caso, esta gente con los años se vuelve peor…
—Todos tenemos nuestros secretos. Por ejemplo, ¿tú sabías que Napoleón, después de quitarse un calzoncillo, pasa los próximos cinco minutos oliéndolo sentado en la taza del wáter con el agua de la ducha encendida? Desde luego, estos faraones se pasan el cambio climático por donde yo te diga.
—Me adscribo al discurso oficial de los faraones, Pepino, el cambio climático no existe. Y hasta aquí puedo leer. De todas formas, ¿cómo has averiguado eso? Es imposible acceder a un detalle tan íntimo de un faraón. Somos expertos en ocultar nuestra intimidad. Yo no te he pasado ese material.
—En el futuro, sus secretos serán conocidos por toda la humanidad que quiera conocerlos.
—Lo sé. Por cierto, ya está todo preparado. La huida puede empezar.
—Así sea.
(…)
—¿No te ibas?
—Oye, ya en serio, dime cómo lo has conseguido. Es imposible colocar una cámara en el cuarto de baño de alguna de las casas o habitaciones de hotel donde se hospedan los faraones. Tenemos nuestra propia seguridad. Nadie sabe nunca nada de nosotros a menos que nosotros lo digamos. Es más, oficialmente ni siquiera existimos. Toda nuestra documentación burocrática es falsa. No formamos parte del sistema.
—Exactamente, tú lo has dicho.
—¿Eres el siquiatra de Napoleón?
—Qué inteligente eres, Judas, ¿cómo lo has sabido?
—¿Y a ti quién te disfraza?
—Mi propio disfrazador personal. Es el mejor del mundo. Lo encontré en la India. Un intocable. Yo fui el único que se fijó en su talento. Ni él mismo lo sabía. Es el más grande. Se lo tengo que presentar a Mac Cain, por cierto.
—¿Y no te importaría presentármelo a mí, que soy tu mejor amigo?
—¿Y para qué? Si tú eres un faraón.
—No sé, por lo que pueda surgir.
—Está bien, y ahora, ¿puedo continuar con lo que estaba haciendo, caballero?
—Pero, bueeeno, qué prisa tienes, tan difícil es elaborar una estrategia para ligarse a esa chica.
—Forma parte del plan.
—¿Qué vas a hacer? ¿Te la vas a tirar el mismo día de la huida? ¿Estás loco, chaval, o qué te pasa? ¿Quieres que se vaya todo a tomar por culo?
—Muy buena representación. Qué pena que tus padres no te dejaran ser actor. Perdona que no aplauda.
—A que me ha salido bien, ¿sabes de qué película es?
—Tengo en mi mente, exactamente, 4500 películas en las que se dice esa frase. ¿Quieres que vayamos una a una o me lo dices directamente?
—Qué crack eres, chaval. ¿Por qué no sigues esa estrategia de chulito con la Nobel? A lo mejor te resulta.
—No puedo.
—¿Por qué?
—Ella se la cogió primero.
—Muy bonito, Miguel Ángel, muy bonito. Ahora resulta que te gustan las castigadoras. Qué diría la cristiandad si levantara la cabeza por encima de las nubes y viera que el cielo no es negro ni azul sino de colores.
—No es fácil seducir a una mujer, hay que profundizar en su persona.
—Sí, sí. El eterno romántico. Qué rollo, de verdad. Ahora sí que me has echado. Tengo que irme. Es hora de la reunión. Espero que cuando vea a Napoleón pueda contener la risa.
—Eres un gran actor.
—Gracias, gracias.
—Por cierto, bonito traje. ¿Ves? Ese es tu disfraz.
—Como buen faraón, debo decirle que el traje, señor, es mi segunda piel.
—Buena suerte.
—Agur.
—Agur.
(…)
—Toc, toc, toc. Miguel Ángel, ¿estás ahí? ¿Dónde está?
—En el cielo, señorita Daisy, pase. Si usted entra, esto se convierte en el paraíso.
—Ja, ja, gracias, siempre tan galante.
—¿En qué puedo hacerla feliz?
—He llamado varias veces, pero, como a la quinta no respondía, he abierto la habitación pensando que podía haberle ocurrido algo y no había nadie.
—Me alegra de que se preocupe tanto por mí, le estoy muy agradecido, pero no me ocurre nada. ¿No miró usted hacia el techo, verdad? Ahí estaba levitando.
—¿Cómo?
—Levitando, ensayaba un truco de magia.
En la noria del parque de New Island, neo-post-romanticismo.
―Qué divertido. Mira, Islanovska, desde aquí, se ve el rascacielos de Un Mundo Feliz. Con el brillo de la caída del sol, parece un lingote de oro.
―Sí. Se ve raro todo desde aquí fuera, ¿verdad?
―Sí, es verdad. ¡Ay, Noam! Ahora me doy cuenta de lo absorbida que estaba por el trabajo. Ocupaba todo mi pensamiento, todo mi mundo estaba allí en Un Mundo Feliz. Aunque haya pasado poco tiempo, ahora me miro, veo cómo me encuentro y me veo feliz. Antes, la vida era un aburrimiento muy frustrante, por eso me refugiaba en fantasías ilusas e ingenuas.
―Como el enamoramiento de Martin. Ya te vale, eso sí que es caer bajo.
―Qué tonto eres, jajaja. Ya, en serio, ahora puede parecer patético, pero antes no me daba cuenta, no era consciente de que lo era. Miguel Ángel me lo hizo ver, y luego justo esa noche te conozco a ti.
―Te entiendo, a mí también me pasó lo mismo. Estaba metido en una espiral de demostraciones, en un bucle infinito que, paradójicamente, me estaba conduciendo a mi asesinato. No me digas que no es surrealista. Me deberían pagar en la tele por contar mi caso, y, aún así, habría gente que pensaría que estoy loco, incluido yo si no me hubiera pasado a mí.
―Y fue Miguel Ángel quien te dijo eso.
―Sí. Y luego te conocí a ti. Y mi vida cambió. Lo que antes me obsesionaba ahora tiene una importancia relativa. Las dinámicas de pensamiento que poseían mi mente forman parte del pasado, ahora siento que tengo un sentido en la vida, una meta concreta a la que dirigirme.
―Qué bonito es eso que estás diciendo. Me encanta estar contigo, ha sido una novedad estupenda en mi vida conocerte. ¿Cómo es posible que conocer a una persona pueda cambiar las dimensiones de tu vida anterior?
―¿Habías venido alguna vez aquí?
―No, aunque siempre quise venir, pero nunca tuve oportunidad. Dicen que lo van a quitar, ¿no?
―No. Van a reformarlo. Creo que quieren hacer un centro comercial o algo así.
―Me encanta el sitio. Y nunca me había subido a una noria.
―Veo que estás viviendo muchas situaciones nuevas conmigo…jejeje…
―La verdad es que no lo puedo negar.
―Pues, entonces, no podemos frustrar esas expectativas, démosle a Islanovska el príncipe azul que siempre ha soñado. Cierra los ojos y abre la palma de tu mano.
―Estás loco, ¿qué quieres hacer?
―Tú relájate y abre tus sentidos. Y, ahora, dime qué es.
―Un anillo…
―Ya puedes abrir los ojos, ¿te gusta? Es un anillo de compromiso, pertenece a mi familia desde hace diez generaciones, como soy hijo único, yo soy el encargado de transmitir la herencia familiar, ¿lo aceptas?
―Lo acepto.
―¿Eres feliz?
―Mucho. ¿Y tú?
―Yo también.
―¿Sabes? Creo que tenemos una deuda de gratitud con él. Con Miguel Ángel.
―Yo también lo creo. ¿Pero te has puesto seria de repente? ¿Qué te pasa, amor?
―Es que tengo el presentimiento de que Miguel Ángel y los demás pacientes traman algo. Lo he detectado en las últimas sesiones con Eliza.
―Bueno, pues no digas nada que pueda impedir su camino.
―No, claro, no pensaba contarlo, pero, por otro lado, algo me dice, y esto es muy raro, lo sé, pero es que tengo la intuición de que Miguel Ángel pretende exactamente lo contrario, esto es, que se enteren todos.
―Dicen que las mujeres tienen el don de la intuición. A lo mejor eso que sientes es por algo.
―¿Y si me equivoco?
―Me has elegido a mí y no te equivocaste, con lo que…
―¡Ja, ja! Qué tonto, madre mía. Estoy tan a gusto aquí contigo… y creo que es porque desde aquí podemos ver más claramente cuál es nuestro sitio.
―¿Cuál?
―Este. Fuera de Un Mundo Feliz… ¿Me quieres?
―Mucho. ¿Y tú?
―Yo más.
―No, yo más.
―¿Cuánto más?
―De aquí a la luna.
―Yo de aquí al sol.
―Yo más que el conjunto de los números impares.
―Yo más que el conjunto de los números pares.
(…)
―Lo siento, pareja. No más vueltas. Vamos a cerrar.
Deja una respuesta