Ser anarquista y comunista es algo que solo está al alcance de la case alta, cosa que aprendimos en la revolución francesa, que fue una revolución de nobles que no pensaban contra nobles que sí. Ahí el pueblo inculto, al principio, ni pinchaba ni cortaba, porque no tenía tiempo para sobreponerse a una sociedad de estamentos e imaginar otro mundo posible basado en una sociedad de clases. En cualquier caso, de todas maneras, poco importa, ya que en los dos sistemas ellos iban a estar abajo, entendiendo por abajo como metáfora que indica en el peor sitio.
Ser comunista o anarquista indica ya cierto snobismo dentro de la clase inteligente, porque al fin y al cabo, capitalista puede ser cualquiera, de derechas puede ser cualquiera, pero para ser comunista hay que pensar fuera de la caja, además es un ideología prohibida, una ideología gracias a la cual, nosotros, que somos fotocopias de Miguel Bosé, nos podemos enfrentar y rebelar contra nuestros padres, como hizo la Rociito al irse a un piso de mala muerte, viniendo ella de un palacio, a cocinar para cuatro incultos guardias civiles, sin educación, ni conciencia cívica, ni espíritu altruista, ni ADN semejante al de Platón, Aristóteles y de Rousseau, sí, soy muy nazi, lo reconozco y qué le voy a hacer.
Antes he contado que mis amigos me llaman para cuando quieren echarse unas risas a costa de las cosas de la clase obrera. Circula por los chats de pijos la foto del Fary leyendo en su piscina, y lo primero que uno dice es que esa piscina no es de obra.

Y yo, que soy muy ladino y muy taimado, sigo una estrategia muy sutil que ellos son incapaces de detectar.
Y la última vez que fui les conté la anécdota de que la prima de Tamara, a propósito de la política, dijo en el bautizo del sobrino mi cuñada que ’yo soy de la ideología del que me paga’, esto contado con más floripondios, metiendo una horterada por aquí, otra paletada por allá, para que se rieran un poco.
El caso es que esa frase les dio mucho asco. No lo dijeron así, pero sé que se sintieron muy incómodos, como si de pronto, sus ropas o su piel se les hubiera manchado de chapapote.
Me consta que se sintieron como sucios, como que no tenían personalidad, como que la dependienta de una zapatería de barrio bajo, que vive en un piso de protección oficial alquilado, votaba a los mismos que ellos, y que por tanto, quería parecerse a ellos, aspiraba a ser ellos, votando como ellos, tratando de asimilarse a su clase social, y entonces se han dado cuenta de que la ideología de derechas es una ideología hecha para los pobres, que les vacía de contenido, y ya he dicho que por encima de todo, lo que más desea un pijo es ser original, y tener personalidad propia, y no va a permitir que la señora que le tira de la cadena cuando ellos hacen sus necesidades vote al mismo partido que ellos, y yo no les dije nada, qué va, al contrario, empecé diciendo que era un acto muy bonito de unión entre los dos extremos, en que las dos clases sociales se unieran en un solo soplo, y cuando más los pegaba yo, con metáforas del tipo, hombro con hombro, más ellos barruntaban el olor a sudor de albañil o de constructor de piscinas después de un duro día de trabajo, y yo por dentro venga a partirme toda la caja, y ya hasta que al final, días después, dijo uno en un chat:
–¿Habéis visto la Harrintong que llevaba Errejón el otro día? Me gusta. Me he pillado una.

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