Estamos en Nueva Inglaterra, Estados Unidos. Se está celebrando aquí un evento de primerísima exclusividad. Por los subtítulos del vídeo, discurre la que se supone que es, según el bufón, la lista de nombres y apellidos de los hombres más ricos del mundo.

Afuera, hay una periodista subjetiva que está cubriendo el evento y, muy pizpireta, nos pone al día de lo que está pasando:

—Queridos telespectadores, hoy es uno de los días más importantes para las ONG’s de todo el mundo, que acuden aquí muy preparadas para exponerle sus proyectos de ayuda humanitaria a la crème de la crème de la economía mundial. Los organizadores de la fiesta han tratado de rendir homenaje a la mítica Dolce Vita, y todo el ambiente está empapado de su estética. Aquí afuera, las medidas de seguridad son extremosas, una palabra nueva que se han inventado en el Livuk para referirse a la nueva seguridad de la clase política y de las familias adineradas, a las que, según Ellos, cada vez más ladrones de diferente calaña tratan de arrebatarle su riqueza. No obstante, esta vez, no han sido los ladrones, sino los populus los que han provocado estas fuertes medidas de seguridad. Como sabéis, hoy el planeta tierra se ha levantado con miles de círculos de las cosechas repartidos por toda su faz. A un friki llamado en el Livuk @LaPatenteMalasia le ha dado por superponerlos todos y ha visto que el símbolo resultante era el de Populus. Las autoridades han interpretado este hecho como el primer signo de la revolución anunciada por Populus, y, en seguida, lo ha tipificado como acto terrorista. A las pocas horas, la CNN anunciaba el desmantelamiento del grupo terrorista Populus, una operación hasta el momento súpersecreta, según el presentador del telediario, que ha sido llevada a cabo por los servicios de espionaje de las primeras potencias del mundo, que por primera vez en la historia, han trabajado unidos, codo con codo, abro cita, para librar al mundo de esta última lacra terrorista, cierro cita.

Le doy al pause por un momento, y me fijo en que la periodista tiene unas tetas demasiado redondas y puntiagudas para su edad. Luego, vuelvo a ponerle la voz:

—Según se ha derivado de fuentes confidenciales, la Populus está conformada por la que, en opinión de la INTERPOL, es la mayor red de gitanos nómadas de toda la historia moderna. Red que, debidamente sincronizada, ha podido realizar los círculos entre otros atentados.

Corto el vídeo, y me pongo a consultar los chats para ver las reacciones que está teniendo la gente.

@PerradelInfierno: No me jodas, un gitano podrá ser muchas cosas, pero nunca #Populus.

Este es el mensaje más vukeado del hilo conversacional llamado por El Hacedor #PopulusNOesPayo.

Vuelvo al vídeo. En estos momentos, la periodista de tetas puntiagudas está tratando de entrevistar a dos mujeres que se acaban de bajar de una limousina extremosa.

Como un rayo, micrófono en mano, acude la periodista con la idea de sacar alguna declaración, por breve que sea. Sin embargo, estas mujeres ricachonas no quieren exponerse mucho a los medios y acuerdan ignorarla y apretar el paso hasta penetrar en un lindo jardín iluminado por luciérnagas. Cuando van a entrar, una mujer gitana, que no se sabe muy bien de dónde ha salido, acaba de coger a una por el brazo y, mirándole muy fijamente a los ojos, le ha dicho:

—Toma esta ramita de romero y déjame leerte la suerte.

La mujer se ha puesto a gritar como una loca y cuatro guardaespaldas como camiones de grandes han detenido a la mujer poniéndola contra el suelo y esposándole las manos.

—Maldita sea tu estampa, tú no eres mejor que yo, el que tenga ojos que oiga.

Ignorando aparentemente #LaMaldicióndePopulus, las dos amigas entran en el jardín y, como manda la tradición, comienzan a ondear sus chequeras al aire, como si fueran abanicos, para así hacerles ver a las ONG’s que están dispuestas a donar su dinero.

—Qué traje más bonito, ¿dónde lo has comprado? —charlan animadamente en espera de que venga algún representante a exponer su proyecto.

—Te lo diría si lo conociera, pero es un regalo. Te diría la marca pero lo quiero todo para mí, me comprendes, ¿verdad?

—No hay problema, no me digas tampoco entonces cuánto te ha costado…—dice haciéndole un brindis a su compañera.

—Querida, solo la gente ordinaria habla de dinero, nosotros, los ricos, tenemos clase, y esa clase no viene dada por el dinero, sino por nuestra cultivada voluntad de distinción; aun así, a pesar de todo, te diré que no me cobra ni la tercera parte de lo que has pagado tú por ese vestido de diseñador tradicional.

—Últimamente, me aburre ir de compras. Es todo lo mismo, hace tiempo que estoy buscando algo realmente personal, que hable de mí, ¿entiendes? De mi forma de estar, de mi vestir, de mi hablar… algo que me dé identidad; en cada detalle debería haber un trozito de mi personalidad, y, mira ese pelo, ¿acaso se puede tener personalidad con ese pelo?

Una mujer pasa delante de esta pareja de amigas y ambas la saludan con un leve movimiento de cabeza y una sonrisa comprometida.

—Es negra, —dice una de ellas— el pelo de los negros se resiste a la personalidad —dice riendo discretamente.

—Calla, mujer, ahora eso está de moda. Y, además, me han dicho que el otro día la vieron salir de un mercadillo neohippy de Wall Street, seguro que se ha comprado allí ese vestido. Dicen que pagó con moneda social.

—No puede ser.

—Ahora es una apestada. Le han echado del club social. Su marido y ella han perdido ya muchos amigos. Se rumorea que están en proceso de divorcio; al parecer, la bromita de comprar la ropa personalizada que diseñan los neohippys con moneda social le ha costado al marido una transacción de miles de millones de dólares.

—Qué horror, no me digas eso.

—¿Y a ti qué más te da?

—A mí me da igual, la naturaleza es injusta por naturaleza.

—Ay, querida, se te acaba de salir la etiqueta.

—No la toques, —dice la amiga un poco agresiva.

—Tranquila, hombre, tranquila, ¿por qué no quieres que conozca a ese diseñador tan creativo?

—Ya te lo he dicho, no quiero perder mi identidad. Y ahora, si me disculpas, tengo que ir al toilette.

La mujer sube rápidamente las escaleras de la mansión, pide al servicio unas tijeras y se mete en uno de los baños de las habitaciones de la planta de arriba. Muy cuidadosamente, comienza a despegar la etiqueta, SPI, pensando que es la marca del diseñador, no sabe que las tres letras significan sin propiedad intelectual.

Antes de terminar, abre el bolso y tira por el wáter la moneda social que le sobró el otro día y que guardaba en la parte trasera del monedero como recuerdo de un día en el que hizo algo emocionante: irse de compras a un sitio que no fuera un centro comercial.

A la vuelta, pasa por delante de dos peces gordos que están contando chistes en la barra mientras disfrutan de un antiguo whisky escocés. Se ríen porque uno se ha referido a las fiestas de este tipo como el expiaculpas aburrido.

Como en una película coral, la cámara abandona a las dos mujeres y se centra ahora en esta historia:

—Oscar Wilde decía que los ricos conocemos el precio de todo y el valor de nada. Maldito cabrón… qué sabrá él. Hay que tener mucho valor para aguantar este aburrimiento supino…

—Jajajaja, escucha, tiene que ser aburrido, —dice el otro—, si no no tiene gracia, las culpas no se expían de forma divertida. Lo importante es que esta noche, donarás, y luego, te irás a casa, te meterás en la cama, y no importa lo que hayas hecho que, si has escrito muchos ceros seguidos, tendrás, por primera vez en mucho tiempo, un sueño limpio, blanco, tierno como el culo de un bebé.

De pronto, la cámara cambia de objetivo, y comienza a grabar cómo todo el mundo se está desplazando de sus sitios para acercarse al pequeño escenario que hay en el fondo.

La orquesta de música clásica ha dejado de tocar y los invitados guardan un silencio cargado de respeto y admiración.

Por fin ha llegado el momento más esperado de la noche. Los hombres más ricos del mundo están juntos en el escenario, es una situación excepcional y se disponen, según la organizadora del evento, a dar una noticia de impacto mundial.

La gente aplaude con fervor, completamente embargada por la emoción, parece que estamos en un sueño, le dice una mujer rica a otra, ¿verdad que sí? Le contesta esta última sin dejar de aplaudir discretamente tratando de reprimir toda la emoción que siente.

Cuando el silencio vuelve de nuevo al ambiente, un portavoz se acerca al micrófono y comienza a hablar en nombre de los hombres que están en el escenario; sin duda, piensan todos, es importante lo que va a decir:

—Queremos aprovechar esta gala benéfica para anunciar una gran noticia de impacto mundial. Tras largas horas de deliberación, los patriarcas de las cinco familias más ricas del mundo aquí presentes declaran su intención de repartir equitativamente entre todos los seres humanos del planeta toda su riqueza. Nuestros asesores han hecho los cálculos y, sabemos, con certeza, que cada ser humano de la tierra será beneficiario con la suma de diez millones de dólares, que a partir de la finalización de la lectura de este comunicado, podrán pasar a cobrar inmediatamente en cualquier entidad bancaria del mundo.

Le doy al pause, pensando que el vídeo ya prácticamente ha terminado, y me quedo un rato pensando. Estoy muy sorprendido por esto que acabo de ver y no me queda claro si es un vídeo real o está trucado. Movido por esta curiosidad, vuelvo a pulsar el play, y, observo que la escena de la fiesta, el escenario y todos sus invitados se han quedado congelados, como si el tiempo se hubiera parado.

Muy fanfarrón, casi de forma desagradable diría yo, el bufón de Populus sale, como el genio de Aladino, de una botella de oro que contiene champán francés y, una vez ya fisicalizado, comienza a pasearse por la sala, tocándose sus partes, como si le picaran, y tirándole de las orejas al tataranieto del señor Rockefeller.

Después, poco a poco, la imagen de la fiesta comienza a difuminarse, hasta que todo se convierte en una gran onda de colores, que empieza a girar sobre sí misma, conformando una espiral que acaba siendo un gran agujero negro.

El bufón emerge de su centro como si el blackhole lo estuviera pariendo, y tras ponerse de pie, mira fijamente a la cámara, y, observando en ella su reflejo, se arregla un poco el pelo y se recoloca el sombrero de bufón. No parece importarle mucho que millones y millones de personas estén pendientes de sus actos y, más aún, de sus futuras palabras.

De buenas a primeras, un ejemplar del Corán aparece flotando en el ambiente y, al abrirlo, el bufón saca de él unas gafas negras de sol, de mafioso, que pasa a ponerse con mucha chulería.

—El profeta Jesús dijo trata a tu prójimo como quieras que te traten a ti.

El bufón, que es un maestro del suspense, mira hacia arriba y pone los brazos en alto, en señal de pedirle a dios algo. El libro se ha quedado flotando a la altura de su pecho.

—Los puros de corazón nos apiadamos de vuestras pobres almas ignorantes, ciegas, que piensan que ser malo es lo racional, que ser bueno es emocional. Almas viciosas, que se creen la ilusión del mundo externo y que, dominados por el materialismo, se dejan persuadir por la maya y todas las cosas virtuales y sin valor que esta contiene, como, por ejemplo, el dinero. El que tenga ojos, que oiga: Antes de que la ira de los populus caiga sobre vosotros, este humilde bufón os concede una última oportunidad para que miréis hacia vuestro interior, desarrolléis vuestra espiritualidad, creéis vuestro mundo interno y despertéis, por fin, a la nueva conciencia.

Estoy seguro de que nadie se ha dado cuenta de que el bufón no está citando el Corán, sino a Carl Jung, y no me puedo resistir a compartir este conocimiento con la red social. Entre tanto, el bufón se ha puesto de rodillas con las manos en el pecho, como si fuera a rezar o a suplicar por algo:

—Nosotros, los puros de corazón solo os pedimos una sola una cosa: Sed buenos, por favor.


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