Capítulo de obra, El año de la abolición del dinero, May

Resetear y reiniciar (2)

Hoy, cuando me he despertado, por un momento, no sabía ni quién era, ni dónde estaba, ni qué estaba haciendo aquí, y todo mi yo era consciencia en estado puro.

A los pocos segundos, mi memoria ha vuelto y ha recordado que, hoy, el planeta, al igual que yo, ha amanecido virgen, apolíneo, con forma pero sin contenido, con trillones de teras de memoria que llenar y de software limpio por ejecutar.

La gran internet es, a estas horas, un gran templo neuronal con todas sus habitaciones vacías; la humanidad al completo se ha reiniciado, ha vuelto a nacer, y no hay nadie en ningún rincón del mundo que no se sienta como si hubiera perdido a un ser muy querido al que no se le había dicho lo suficiente cuánto se le amaba.

Los psicólogos cognitivos hablan de que nos llevará un largo período de tiempo asumir toda la pérdida de información digital del mundo; la aldea global está de luto, dicen, y nos dan consejos acerca de cómo sobrellevar mejor este período de duelo que, aseguran, será largo, lento y doloroso.

El termómetro emocional azulea indicando estado depresivo, dándole la razón a las tesis defendidas por los expertos.

Mientras tanto, en el Livuk, un aldeano @anonimo ha lanzado un brindis al sol y ha pronunciado esta máxima que está siendo masivamente relivuqueada: Espectadores, por primera vez, desde que el mundo es mundo, la noticia es que no hay noticias.

Aún así, a pesar de la #Bajona, sin mucha prisa pero sin pausa, estamos tratando de desfazer el entuerto empezando a reconstruir du coeur toda la información que teníamos antes en nuestros perfiles del Livuk, a sabiendas de que bien podría ser uno de los doce trabajos de Hércules, como he escuchado decir a un viejo amigo @repescado.

Entre una cosa y otra, no perdemos ocasión para entregarnos enfervorizadamente a la queja. Y es que quien eche un simple vistazo a la actividad de los foros no tardará en darse cuenta de que estamos devorados, poseídos, por un chismorreo global que corre que se las pela de nodo a nodo, de rincón a rincón, de Hacedor en Hacedor y que ha sido etiquetado con el livutag #píopíoquiéncoñohasido.

Muy envalentonada, la gente argumenta, especula, conspira, larga de lo lindo sobre quién ha podido robar toda la información del mundo mundial, y hablan y hablan y hablan, y luego gritan que te gritan, y los más emocionales se desgañitan pegados al ordenador para luego, llorar un poquito, y sorberse los mocos y escribir una y otra vez los livutag de #nuncamais #jamazdelosjamaces.

Al poco rato, pasamos otra vez a especular, razonar, a argumentar miles de teorías conspirativas para señalar a los supuestos ladrones de información, pero todo empeño en llevar la razón será en vano, ya que a nadie se le escapa que la autoritas, las fuentes en las que apoyar nuestras débiles verdades, ha desaparecido, y, con ellas, nuestras posibilidades de tener más razón que otros, y nos cabreamos mucho con el Hacedor cuando nos recuerda, a través de sus símbolos de colores, que ahora, por primera vez en la historia de internet, todas las afirmaciones tienen las mismas opciones de ser verdad.

De todos las redes sociales del Livuk, la que más derrotada se siente es la de @PijosdelAnarquismo, que inventaron en la etapa de la Fiesta R el módulo Autoritas para cualificar las opiniones y evolucionar hacia una democracia epistemológica. Pero, ahora, una vez perdida la memoria, ¿cómo demostrar que unos saben mejor que otros lo que hay que votar?

Los pijos anarquistas se quejan, se quejan mucho, advierten de que la democracia electrónica se ha vuelto completamente subjetiva, pseudocientífica, acientífica escucho decir también por ahí, y, en efecto, así es.

Hoy por hoy, todo el mundo que se asome a la red sabe que solo existe un dato sobre la faz de la tierra que pueda ser considerado claro, transparente, objetivo y fuera de toda duda, y ese dato se llama #DINERO.

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