Hoy ha venido la Tamara diciendo que su profesor de inglés había dicho esto y se habría quedado tan pancho larancho.
Me encantan las rimas de la Tami, de mi Tami.
Y los demás alumnos de la clase habían asentido, como si esto fuera verdad verdadera, verdad de la buena, verdad santa, científica, empírica.
El caso es que la ha liado muy pero que muy parda, dónde? ah, no lo he dicho, pues en el curso de adultos de la UNED, para aprender inglés. Y ha cogido la puerta y se ha marchado, no casi literalmente, pero casi, porque ha pegado un portazo que casi tira la puerta abajo.
Y es que es todo muy violento.
Se lo cuento a Gorka, un amigo mío del ‘Barrio Salamanca’, una amigo de la infancia, un capitalista de libro, un especulador sin escrúpulos, que en su día, se fue a Chile, porque nos enseñaron en la escuela de negocios lo que hicieron los Chicago Boys en este país, y este lo flipó tanto, que desde ese momento, ya solamente pensó en irse allí, Chile era para él el paraíso de los negocios, jauja, tierra bendita, y así le fue. Nada en dinero.
No obstante, sigo manteniéndolo como amigo, porque tiene la suficiente capacidad mental para darse cuenta de que él defiende este marco, pero de que hay otros, solo que como él dice, pondrá todo el dinero que haga falta, y si arruinará una y mil veces para evitar que lo que él llama, ‘los otros marcos’, triunfen en política. Porque, según él, ya estamos en la utopía, ya estamos en el paraíso.
Y, ¿a cuento de qué ha venido esto? Ah, sí, madre de dios, ya estoy como un viejo chocho, yendo y volviendo.
El caso es que le cuento la película, no sé muy bien por qué, bueno, en realidad sí, pero no quiero dar más explicaciones, y me dice:
–Mira, hermano, (un poco de retórica sudamericana sí que ha cogido) yo aquí construyo una casa por dos lucas, y la vendo por una cantidad tan grande de dinero de dos personas, no una, sino dos personas se tienen que hipotecar toda la vida, toda su mísera vida y trabajar como esclavos para poder pagarla. Es el círculo perfecto. A cambio de una necesidad primaria, obligas a la gente a trabajar por dinero en cualquier mierda y al precio que sea, porque si no paga el crédito, ya sabes lo que le espera…
Cómo no va a ser una cosa ‘natural, hermano, (la verdad es que me jode un poco esto, no tengo nada en contra de los panchitos, como los llama mi madre, bueno, mi madre, mi familia y, en realidad, todo mi barrio), pero me carga esta forma de hablar, me parece muy muy pegajosa, retomo:
–Y cómo no va a ser natural, hermano, si no fuera así, quién iba a caer en el engaño, quién iba a ponerse un yugo en su propio cuello y a tirar como un buye del carro, y a labrar una tierra que no es suya con la zanahoria de que en el futuro, esa propiedad privada será suya y podrá sentirse superior a los demás que no la tienen. Otro motivo más para no sentirse pobre, para ver que has progresado en la vida, para escupir a la cara a aquel que si no ha logrado lo mismo que tú es porque algo habrá hecho mal, porque el sistema posibilita.
–Es un negocio perfecto, sobre todo a nivel psicológico, y no eso no te lo puedo negar. Lo cierto es que está basado en un pilar, un axioma, un principio incuestionable, que es el de que la propiedad nunca, nunca, nunca, jamás de los jamases, ha sido, es y será gratis. Y este sí que es un pensamiento tan metido que ya parece natural, sentido común, que es de locos pensar en lo contrario. Lo único que se puede hacer es hackearlo como hizo Adil en La Revolución Invisible.
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