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1.
Eva y la serpiente

Y no es que no quiera a Eva. Por supuesto que la quiero, no seas güeón. Pero esto es como todo: una cuanto más tiene, más quiere. Es nuestra condición, ¿para qué estamos aquí si no entonces? Mírame a mí. Yo antes estaba tranquila, tranquiliiiita, tranquiliiiita. Hombre, tenía mis peligros y tal, pero estaba en mi ambiente. Allí, donde nací y me crié. Luego ya, me cazaron, me cazaron, tonta que fui, pero bueno, esto, como en todo en la vida, lo hace la experiencia, ya no me pasa más, claro, pero no me lo esperaba y me cazaron, y fue entonces cuando me llevaron a ese sitio horroroso, horroroso, oye, encerrada todo el día en cuatro paredes. Pero como decía mi madre pobrecita que en paz descanse, no hay mal que cien años dure, y efectivamente, ella me salvó, yo la miré, ella me miró y, desde entonces, nos hicimos inseparables. Topicazo, pero así fue. Tendemos a pensar que el amor es un sentimiento bueno, pero, en realidad, el amor es una sublimación del instinto. Aunque nunca lo reconoceremos, a mí no me gusta reconocerlo, es más, prefiero persuadirme pacientemente a mí misma de que lo que hago lo hago por una justificación no solamente más que racional, sino hasta moral, diría yo. Así fue entonces cómo día tras día el proyecto se iba fraguando en mi cabeza. Al principio, y ya todos conocemos cómo son las dinámicas mentales, el pensamiento vagueaba por mi mente sin mucho rumbo. Como un rayo de luz que calienta el cerebro unos segundos y luego se apaga. Los científicos dicen que en este momento se ha producido una nueva conexión neuronal. A partir de aquí, hay dos posibilidades, dicen, o bien reforzar esta conexión haciéndola cada vez más y más fuerte, o, por el contrario, abandonarla, hasta que se separen otra vez las conexiones neuronales y el pensamiento muera definitivamente. ¿De qué depende que viva o muera? Ah, eso yo ya no lo sé. La predisposición supongo. La naturaleza. Y si no, mírame a mí, yo intentaba apartar el pensamiento de mi mente, no quería hacerle eso, pero, como es obvio, cuanto más intentas rechazar algo necesariamente más tienes que pensar en ello. Pura física. Al principio, podríamos decir que fue inconsciente, que así fue cómo surgió. Pero luego, debo reconocer que pasó a mi consciencia, a la parte de mí de la que yo sola soy responsable. Este es el paso previo a la acción. Y allí fui yo de cabeza. A la acción. Del pensar, pasé al hacer. Así que un día me acosté en su cama, al ladito suyo, sintiendo su cuerpo caliente cerquita del mí. Mientras tanto, yo colocaba mi cabeza sobre la almohada, a la altura de sus ojos cerrados y escuchaba su respiración, y mi cuerpo empezaba a desperezarse, y me desenrollaba de manera natural, quedándome tiesa, tiesesita hasta abarcarla de pies a cabeza. Un día, dos, tres. Todas las mañanas nos despertábamos a la vez. Ella, extrañada de tanta cercanía, de que eligiera dormir todos los días a su lado, observándola. Y yo, loca de contenta, porque todo estaba saliendo a la perfección. Y Eva, entre tanto, tan ingenua, me decía: ¿qué pasa? ¿Que me quieres mucho? Y yo le sacaba la lengua, sin pensar, porque me salía de dentro. Un impulso como cualquier otro. Pero, tú sabes, ella no tiene un pelo de tonta. Empezó a contárselo de broma a sus amigas, diciéndole que yo me metía en su cama por las noches y que, al día siguiente, me despertaba tiesa como un palo. Y las mujeres siempre desconfían y mucha más cuando se trata de nosotras, la religión tiene siempre la culpa de todo, les meten unos cuentos en la cabeza que no nos hacen ningún bien. Con lo que fue un día al veterinario, y le dijo lo que le dijo, la verdad pura y real, expresada como yo nunca hubiera podido hacer, y aquí estoy de nuevo, en la jaula, entre cuatro paredes, esperando un nuevo amor que me comprenda.

Archivo &%$. Hospital Clínico de Londres. Psicopatía y trastorno múltiple de la personalidad.

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