Caminaba el ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha a lomos de su corcel Rocinante por las calles de Toledo. A su lado, Sancho, su fiel escudero, iba escuchando lo que este le decía: “¿Lo ves, Sancho? Seremos inmortales. Esta es la gracia que nos concederá la Mesa del Tiempo…”
¡No, no, no! ¡Me voy a volver loco! ¿Por qué estoy pensando en esto ahora? Exámenes y más exámenes. Este examen de literatura me va a matar. No sé qué poner. Cuanto más intento concentrarme en la pregunta, más se me vienen a la cabeza estos pensamientos que ni yo mismo entiendo de dónde salen. Y es que tantas aventuras a mis espaldas…
Mis amigos, Andrea y yo hemos vivido momentos dignos de ser registrados por la historia o, mejor dicho, por la tempohistoria, y, a causa de esto, no nos hemos podido ocupar de otros menesteres más cotidianos como, por ejemplo, preparar con suficiente antelación los exámenes del primer trimestre. Con el rabillo del ojo, veo a Ernesto y a Andrea que no paran de escribir; parece que son los únicos que hacen algo, porque el resto está más parado que yo.
Delante del examen, las intrigantes palabras de Ernesto vuelven a sonar en mi cabeza sin que yo pueda hacer nada por evitarlo. Ernesto, ahora convertido en caballero y guardián de la zona por la Orden de los Caballeros Tímidos, tiene el permiso del Caballero Negro para compartir con Andrea y conmigo asuntos de la Orden calificados de alto secreto. Entre ellos, está lo que nos ha contado hoy a Andrea y a mí, y que supera con creces lo vivido en la aventura anterior con la Orden de los Caballeros Tímidos.
Como tantos otros, siempre me he preguntado si la humanidad conseguiría finalmente viajar por el tiempo. La verdad es que es una posibilidad que echa a volar la imaginación de cualquiera, no solo la mía. Según las palabras de Ernesto, los viajes en el tiempo existen. De hecho, según él, en estos momentos, ya hay hombres del futuro que están viajando por el tiempo. Muchos de ellos lo habrán hecho ya por nuestro pasado, otros puede que lo estén haciendo por nuestro presente, y otros puede que se dirijan a lo que para nosotros es un oscuro futuro y, para ellos, un claro pasado. Son los tempohistoriadores, así es como los ha llamado Ernesto.