Y volviendo a la historia, pasaba el viejo, día y noche, noche y día, leyendo novelas de caballerías, y tanto leyó y leyó y leyó, que terminó completamente absorbido, obsesionado con ellas, hasta el punto de pensar que ese mundo era real, y que la vida era como en las novelas, y que por qué no iba él a salir al mundo a hacer lo mismo que los héroes épicos habían hecho en los libros, y que por qué no, al igual que ellos, él no podía ser también un caballero capaz de salir a la calle y andar por los caminos, buscando a los débiles, a los desgraciados, a los parias de la sociedad, a los don nadie, al pueblo, puro y duro, a la que poder defender, injusticias contra las que poder luchar y males con los que acabar de una vez por siempre.