La detective Borg confiesa haberse sentido atrapada por el caso muchos años después de que sucediera, en el año 2017, mientras escuchaba de fondo un reportaje al respecto mientras trabajaba. Ver a Rosario Porto, sentada en una silla, llorando, le sobrecogió el corazón, y llegó a preguntarse si fuera posible que esa mujer fuera inocente.
Una vez dentro del caso, la atracción por él llegó a convertirse en una obsesión, debido al enorme número de incoherencias y contradicciones que existían en la narrativa del crimen.