¡YO ERA ASÍ! Tenía que supervisarlo todo: desde las lilas de los jarrones hasta los lazos negros de los barandales.
¡Lástima de lluvia! Mañana el barro deslucirá toda la ceremonia.
Por suerte, el foso aún no está anegado…
Miro hacia el fondo y pienso ¡ay si mi abuela levantara la cabeza y viera que su único nieto, el mantenido, el despilfarrador, el hazmerreír, está organizando su funeral…!
Paradojas de la vida, ahora el que ríe soy yo, su único heredero.
Levanto la vista y veo que el sol está cayendo. Me voy a dormir, me digo.
Confiado, doy media vuelta con un paso de baile, resbalo y mi cuello cruje contra el foso.
¿La alegría de la herencia?
¿El estrés de los preparativos quizás?
¡Qué descuido más tonto! ¡Maldito fango…!
Afuera, el sol brilla.
Inmóvil, camuflado por el frío fango que ha dejado afónica mi garganta, oigo los primeros rumores de los asistentes.
Alguien comenta que es raro que yo no haya venido.
El ataúd oculta la luz y ¡me aplasta contra el fondo del foso!
Aquí, en la oscuridad, parece que escucho unas risas… ¿abuela? ¿eres tú?