
Dentro de La Estructura del Mal, yo pertenecía a la clase o a la casta de los usurpadores.
Los usurpadores son aquellos que roban sin importar el medio la gnosis de la red invisible, en cualquiera de sus grados de consciencia, y le muestra a la masa sus productos alterados como si fueran suyos.
Lo hacemos para lavar la cara de la estructura, y presentarnos al pueblo ignorante como sus salvadores, sus genios, su líderes, y ellos nos sigan idolatrando como si fuéramos gente superior.
Mi premio Nobel estaba hecho a base de sangre roja, muy roja, muy roja, y debo confesar, como lector empedernido que soy, que la etapa de la usurpación fue la fase más bella y feliz y emocionante de toda mi vida y ni todo el dinero del mundo ni todos los premios Nobel del mundo podrán jamás igualar al inmenso placer de deslizar mis pupilas por esas palabras impresas y algunas de ellas aún manuscritas que habíamos ido cuidadosamente apilando para darle respetabilidad intelectual al régimen y meter bajo la alfombra ese lema que llevábamos arraigado en el corazón: Muerte a la inteligencia.
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