Capítulo de obra, Kapitalismo Animal

Amy Wine House: Corazón puro, alma ignorante

La primera vez que escuché a Amy me acordé de esa frase de Stalin que decía: no quiero escuchar música, porque me siento tierno, y me dan ganas de acariciar a la gente. Amy me movía el corazón, me lo reblandecía, me lo teñía de blanco y me hacía sentir débil, y este poder que tenía sobre mí era algo inadmisible para alguien como yo.

Como a tantos otros genios de la música, como a Mikel o a Madonna, nosotros, los faraones, eso que los invisibles llaman la Estructura del Mal, atraíamos hacia nosotros a los cíndaros, así los llamábamos desde antiguo, y les enseñábamos los secretos de la frecuencia, que les habíamos robado a Noé a base de mucha sangre.

La primera vez que contacté con Amy, ella se estaba asomando a un espejo de la entrada de su apartamento, en Londres, y yo me aparecí al otro lado, y ella pensó que estaba en un libro de Harry Potter o que era la bella durmiente, y el espejo le hablaba. Y yo le conté algunos secretos, para traérmela a mi lado, y le prometí lo mismo que a los otros, fama y riqueza, pero nunca la gloria, porque la gloria era algo reservado a los puros, a los invisibles. Ella me miró con cara de asco y me escupió a la cara. Y la saliva se juntó con mi maquillaje y parte de mi cara rejuveneció una micronésimas de segundos.

El espejo se acabó y yo me dirigí a mi enorme biblioteca de drogas y elegí la más letal de todas. Ahora ya solo había que buscar al futuro marido de Amy.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

error: Este contenido está protegido, no puedes copiarlo ni publicarlo en otro sitio web.