11/01/01
Barcelona,
República de los Países Catalanes

Siete de la tarde. #AlucinaVecina. Un virus informativo se ha colado en todas las pantallas, radios y dispositivos de comunicación del mundo entero y nos está enseñando en vivo y en directo las imágenes del asesinato de Alexia, denominado de ahora en adelante por las crónicas, El último acto terrorista de la aldea global.

Con #AnsiaCanina visualizo el vídeo de principio a fin, y contemplo con gran estupor cómo la premio Nobel Alexia Zyanya es ametralleada a manos de los cuerpos de seguridad del Club Bilderberg.

Según mis fuentes, los hechos han tenido lugar justo en el momento en que la premio Nobel se disponía a finalizar su alocución. Que muy al contrario de lo que se esperaba, ha sido, según dicen, un muy duro discurso sobre la élite económica allí representada, a la que acusó de ser una simple mezcla de homínidos incapacitados para amar, y por tanto, desprovistos de humanidad. Toda una declaración de guerra, para algunos periódicos del Kapital, medios denominados por las nuevas corrientes como los mass media del Antiguo Régimen.

Ahora mismo, algunos miembros del Club Bildelberg de la escala más inferior están saliendo del hotel y atienden a la prensa en calidad de testigos.

Me acerco a uno de ellos y, haciendo las veces de periodista, falsamente acreditado y con mucho morro, le pregunto:

—¿Podría confirmarnos si la premio Nobel ha muerto?

—No lo sé, esa era la impresión que daba cuando se la llevaron. Había sangre por todos los lados, yo mismo, miradme cómo estoy, esa tía estaba loca. Tenía un cinturón de explosivos y ha saltado por los aires, uno de sus ojos ha venido a pegarse al bolsillo de mi camisa, perdonen, estoy muy afectado.

El hombre se enciende un cigarro y se aleja en dirección a su porche contento con el trabajo bien hecho.

Para cuando vuelvo a mi cuchitril, son las ocho menos cuarto y, en estos momentos, en todas las pantallas del mundo estamos viendo la versión alternativa, la oficial, de lo que ha pasado en Bildelberg; versión que pertenece a lo que grabaron las cámaras del hotel y que ha sido difundida por todos los servicios de inteligencia del mundo.

En este vídeo podemos ver a Alexia en los últimos momentos de su discurso, enunciando sus últimas palabras, antes de saltar por los aires.

Y es este pensamiento colectivo, el que por las noches se alimenta de nuestros sueños, el que ahora está creciendo; este pensamiento colectivo que, sustentado en la consciencia del universo, despertará la fe en el nuevo mundo: un súper mundo feliz. La R-Evolución ya es un hecho, un hecho científico, incuestionable, irreversible, imparable. Nuestro sistema de organización será anárquico e imposible de ser controlado por unos pocos. Y nos autosincronizaremos tan a la perfección, que no pasaremos por encima de vosotros, sino por vuestro lado, y lo haremos a tanta velocidad, que vuestros ojos, acostumbrados al viejo mundo, no serán capaces de captar nuestra nueva luz. Cada oleada será más fuerte, cada mecha prenderá más conciencias. No podréis parar el proceso de liberación de toda la población mundial que ya está en marcha y que ya todos sabremos que será así.

Alexia dispara un algoritmo informático cuyo holograma se extiende como el agua de una manguera por toda la sala. Luego, se autoexplosiona y cae al suelo en un charco de sangre al que nadie echa ninguna cuenta.

El caos se ha instalado en la sala y todo el mundo grita y corre sin sentido de un lado para otro intentando escapar. El jefe de seguridad, reforzado por los demás agentes, se acerca con su arma al cuerpo de Alexia.

Entre tanto, la que fue reina del antiguo reino de España se ha percatado de que una minúscula gota de sangre le ha salpicado la cara, yendo a parar nada más ni nada menos que a la altura de la comisura izquierda de sus labios.

En medio de la algarabía, un lacayo acude raudo y veloz a limpiar con un pañuelo de seda india la sangre de la piel de la reina. Un sentimiento de profundo asco se ha apoderado de la dama, que está pensando en que el haber sido reina no siempre le ha librado de la animalidad del ser humano.

Sin embargo, unos momentos más tarde, ya en la limousine, la reina saca un espejo. Sorprendida por su imagen, piensa que está alucinando y se lleva las manos a la cara. Tiene la piel tersa, cálida, de melocotón, sin arrugas ni rastro alguno en ella del paso del tiempo.

—Pattern Matching… —dice en voz baja comprendiendo, por fin, la teoría de Alexia.


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