08/01/01
Rekiavik,
Islandia
Segundo día de trabajo. Consulto mi horóscopo echándome el tarot, y las cartas me confirman lo que vi ayer en las estrellas.
Con mariposas en el estómago, me dispongo a buscar en la blogesfera ese acontecimiento de gran calado que, al parecer, según los astros, inaugura el despertar de una nueva era.
Como siempre le pasa a los espíritus dispersos, me quedo enganchado a la noticia del asesinato de un mendigo en Nueva York.
Al parecer, se han encontrado conque el ajado y maltrecho carro del mendigo estaba lleno a rebosar de lingotes de oro, tapados con sucias mantas llenas de chinches. Ya son muchos años de investigador y la experiencia me dice que cuando el oro se mueve… es que algo muy gordo va a pasar.
Intrigado por esta anomalía, me dispongo a profundizar en la noticia cuando un banner intermitente sobre los últimos datos de la bolsa me avisa de que el gran crack de la aldea global es ya un hecho, y es irreversible y definitivo.
Por fin, —me digo para mí mismo contento de asistir al último día del capitalismo financiero tal y como era—, ahora empieza lo bueno, me digo sin caber en mí de gozo.
Pensaba que esa era la noticia que estaba buscando, y que, en su análisis, iba a echar todo el día, pero de repente, de buenas a primeras, en torno a las seis y media de la tarde, ha empezado a correr por internet un fuerte rumor acerca de algo sucedido en la última reunión del Club Bildelberg, en el Hotel Ritz de Barcelona, la capital de la República de los Países Catalanes.
Apenas un cuarto de hora más tarde, se ha filtrado el testimonio de un empleado del hotel, que ha apuntado a la posibilidad de un intento de suicidio público de uno de nuestros cisnes negros, la premio nobel Alexia Zyanya.
Profundizando un poco más en la noticia, me entero de que la doctora había sido invitada al evento para dar una conferencia. Los semifaraones habían hecho este movimiento con el fin de zanjar, de una vez por todas, las hostilidades existentes en los últimos años entre las elites económicas y las intelectuales, declaradas en desobediencia académica desde hace un año apróximadamente, durante el cual se han negado a producir más conocimiento científico hasta que este no pase a ser #OpenAcces para toda la humanidad.
Ahora, es tiempo de unir fuerzas para sacar entre todos a la aldea global de su colapso, apostilla un zafio politicucho del antiguo régimen por televisión a propósito de Bildelberg.
Se confiaba en que el discurso de la premio nobel Alexia pusiera fin, de una vez por todas, a tan desagradable disputa entre el poder del dinero y el poder de la ciencia, y se confiaba también en que el que iba a ser, supuestamente, el tema de su conferencia, Por un futuro común, sembrara el nuevo panorama con las primeras directrices anticolapso, ya que este enorme e imposible de ignorar colapso ha dejado a países como Francia en niveles de pobreza similares, por increíble que parezca, a los días previos a la revolución francesa.
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