Sigo a Anicka en sus aventuras nocturnas. Activo el protocolo 345 que me permite moverme por la luz con la misma facilidad que la niña. Al final de nuestro viaje, que dura apenas unos escasos segundos, me aparezco en un sitio muy familiar pero no por ello menos sorprendente para mí: la iglesia dedicada a Maria Magdalena en Rennes de Chateau. Consulto las estrellas y Bildelberg todavía no ha ocurrido.
Lo primero que me pregunto es por qué estamos aquí, y por el modo en que Anicka se oculta, parece que no debiéramos. A los pocos segundos, entra un hombre encapuchado, mira al demonio Asmodeo y le dice:
—Te dejo estar si prometes que nadie te va a ver.
Claramente, es Miguel Ángel quien está hablándole a la niña en estos momentos.
—¿Alexia va a morir? —dice Anicka desde otro sitio, puesto que ya no está a mi lado y la he perdido.
—No lo sé, el miedo que siento al imaginar su pérdida, me impide ver el futuro —dice Miguel Ángel con mucho pesar.
Poco a poco, en la iglesia, ha ido entrando un grupo de personas disfrazadas, travestidas, irreconocibles por mis bases de datos. Es obvio que se han caracterizado muy bien para no ser identificadas ni tan si quiera por los presentes.
—En Camp Davis todo fue bien —dice El Profeta.
—¿Se encendió? —le pregunta uno de los allí presentes.
—El algoritmo de Alexia era correcto —dice Miguel Ángel dando un paso atrás, indicando que ya no va a intervenir más en toda la velada.
Un enorme murmullo recorre toda la iglesia. Sin duda es un momento de gran expectación.
Otro de ellos da un paso adelante. Mi reconocedor de ADN me dice que es una mujer de unos 65 años, pero va disfrazada de un hombre con traje barato y maletín, como si fuera funcionario de bajo nivel de una administración pública muy local.
Este hombre o mujer, levanta las manos y dice con mucha solemnidad:
—Noé ha hablado.
—¿Y qué ha dicho? —pregunta una mujer disfrazada de prostituta.
—Ha llegado el momento de abrir la red invisible a toda la humanidad.
Otro murmullo, esta vez mucho más fuerte, asciende por las columnas de la iglesia.
—Imposible —se atreve uno a decir—. Debe de haber una equivocación.
—Noé es infalible y la historia lo ha demostrado. Si Noé dice que hay que abrir la red es que ha llegado el momento de hacerlo.
—Es posible que sus palabras no hayan sido bien interpretadas, al fin y al cabo, nosotros somos solo hombres. ¿Cuáles fueron sus palabras exactas?
—Abrid la red a toda la humanidad. Como siempre, su instrucción es clara, precisa y sin ambigüedades.
—Noé no sabe la maldad que hay en el mundo.
—Noé lo sabe todo. Es la hora.
—¿Ha dicho algo más?
—Sí.
Todos mueren por dentro de la curiosidad.
—Ha dicho que la fórmula del amor estaba a punto de salir a la luz.
—¿Algo más?
—Sí, solo una palabra.
—¿Cuál?
—Bilderberg.
—Ya hemos mandado allí a dos de nuestros mejores hombres.
—No va a ser fácil. Creo que va a morir, puesto que es su voluntad más firme —explica Miguel Ángel volviendo a dar un paso hacia adelante.
—No si nosotros podemos impedirlo.