Poco o nada se ha hablado de la influencia de los nazis en el pensamiento colectivo de los estadounidenses. Hemos invertido muchos millones de dólares en hacer creer al mundo que nosotros, y no los rusos, fuimos los que liberamos al mundo de esa perversa afición del ser humano a matar de forma científica, eficiente, barata o casi gratuita.
Nadie o casi nadie sabe que nosotros acogimos a los altos cuadros del estado alemán nazi, nadie sabe de nuestros vínculos con su economía, de cómo nos enriquecimos con ellos, y de cómo tiempo después, cuando les vencimos, (porque a Hitler la cosa se le fue de las manos y comenzó a desobedecernos) les robamos todos sus secretos, y llevamos a cabo la operación PaperCLip, ’repatriando’ a todos los malos para que volvieran a trabajar para nosotros, sin importarnos su catadura moral, porque esos eran nuestros hijos de puta, y pusimos sus altas capacidades al servicio de esta gran nación, que son los Estados Unidos de América (América del Sur es nuestro patio trasero, y al igual que África para los europeos, cuenta en el cómputo general, pero no en el oficial, es decir, ellos, hasta que no llegue la Revolución de los Invisibles, no cuentan.)
Él y yo, yo y él, amábamos Alemania sobre todas las cosas, y no tardamos en transmitirle a nuestro tercero en discordia dicha pasión, y sí, fue idea nuestra que nuestro esclavo personal se fuera para Alemania, mi amorcito le comió el coco para que lo hiciera, vendiéndole la moto de que si su padre, y yo, la de que si mi tía, y así, fue como el esclavo se fue para allá y nosotros nos quedamos tranquilos, al menos por un tiempo.
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