Mi nombre es Miguel, más conocido en la galaxia como el capitán Miguel, y soy el capitán más glorioso de todos los capitanes que han tenido el honor de estar al mando de este grandioso bajel espacial, temido de igual manera tanto en el microcosmos como en el macrocosmos y al que todos llaman el pájaro de mal aguacero.
—¡QUE NO, capitán! Que se dice LA PAJÁRA DE MAL AGÜEROOOO!!
—AHHHHH, eeeeeesoooo, la pájara de mal agüero, temida en todos los rincones de la galaxia, y como iba diciendo, SI LA VES, por tu bien, apártate! O al menos eso me dice esta admirada tripulación que me acompaña, los pasmaos, una panda de bribones, tunantes jolgoriosos y muy muy apestosos (lo digo literalmente). Y os digo esto de “me dicen” porque últimamente ando algo despistado y aquí la tripulación me aconseja que, como al parecer, solía hacer antes, le cuente a la cosmogalaxia mis aventuras..
—Oye, pero, ahora que lo pienso, ¿esto de las novelitas no las contaba otro? Recuerdo vagamente a alguien muy pequeñito…
—QUE NOOOOO, capitán, continúa, que eras TÚ.
—Que sí, que sí, que ya me viene, era como una especie de insecto que saltaba y que…
—Mira, capitán, ¿no te estarás confundiendo conmigo?
Observé al pasmao que estaba llamando mi atención. Era bajito y en vez de piernas tenía muelles y saltaba de un lado a otro de la cubierta como si hubiera nacido con ellos. Inmediatamente, lo desestimé.
—No, no. Lo recuerdo más bajito.
Uno de los pasmaos golpeó al pasmao de los muelles con su zarigüella. Y le recriminó:
—No molestes al capitán, muelleflojo, ¡aargg! ¿No ves que el capitán sufre cuando solo recuerda tonterías sin sentido?
—No importa, Gamba al escabeche, —le dije al pasmao que acababa de hablar— si sé que Muelleflojo solo trata de ayudar. Soy yo quien devanea por mi despiste.
Gamba al escabeche era mi valiente lugarteniente y siempre llevaba colgadas del cinto tres zarigüellas. ¡Y como las manejaba ! Si yo os contara las tropelías que le he visto realizar…
Agaché la cabeza y asentí tres veces sin decir palabra. Todos los pasmaos hicieron el mismo movimiento de cabeza acabando con un ¡aaaaarg! al unísono.
—Pues eso capitán, cuente, cuente lo de las pizzas-balón.
Llevábamos tiempo a la deriva y sin nada que comer. La verdad, hablar de una batallita en la que esas deliciosas y esféricas exquisiteces de jamón y queso estuvieran de nuevo presentes en el recuerdo estaría bien, seguro que levantaba la moral a la banda y conseguiría que se nos hiciera la boca agua.
—Comeremos con la imaginación —les dije a todos. —Además, no está demás recordar que allí fue donde nos enteramos de “El asunto”.
—Sí, sí, EL ASUNTO, el asunto, cuenta lo del asunto —dijo un pasmao.
—Pero ¿QuÉ AsUntO!—gritó muerto de intriga el más pasmao de todos los pasmaos.