En la cubierta de Alocada, las dos tripulaciones escuchaban pacientemente mis disculpas con la más sincera intención de aceptarlas; no obstante, el capitán Miguel no podía ocultar en su rostro un gesto muy serio de preocupación.
La capitana Isabel, que lo conocía bien, posó la mano suavemente sobre su hombro y le dijo:
—Tienes que avisarlos, tendrás que ir al planeta Tierra —dijo.
—Lo sé, capitana. No me manejo bien por los planetas no igualitarios, pero tendré que ir.
—Haremos una cosa, yo me dirijo hacia los Planetas Castaños, porque tengo que ayudar a los gnomos con vértigo, pero luego…
(Debo interrumpir aquí para informarle al entusiasmado lector de que, aunque hay gnomos de diferentes tipos, estos eran del estilo más clásico, es decir, pequeñitos, regordetes, barbita blanca y gorrito, y ellas, igual que ellos, pero sin barbita.)
—¿A los gnomos? ¿A recoger castañas?
—No, almendras. Castaño es por el color de sus frutos. Los gnomos con vértigo habitan esa zona y, ahora, es el tiempo del rebusco. Me ayudaron mucho con el asunto del juguete perdido. Lo pasan mal cuando no les queda más remedio que subirse a los árboles, me gusta ayudarles.
—¿Y tú puedes subirte a esos árboles tan altos? —preguntó asombrado el capitán Miguel.
—¡Pues claro! ¡Yo y todas las Seños! ¿O es que te crees que una capitana osada como yo se va a asustar por unos almendros de dos kilómetros de altura?
—¡No, no, claro que no!
El capitán Miguel exageraba el tono de su respuesta para que la capitana Isabel no pensara que él había cuestionado su valentía.
—Pues eso, que voy a ayudar a los gnomos y, después, me pasaré por el planeta Tierra. Si me necesitas, puedes contar conmigo, tratándose de crownbibestiarrones, va a ser un poco…
—Por supuesto, por supuesto —contestó el capitán— vuestra ayuda siempre será bienvenida.
La capitana Isabel miró a las demás Seños y dijo:
—¿Estamos de acuerdo, chicas? —y todas asintieron.
Ambos bajeles sincronizaron los navegadores y flotaron juntos durante varios días. Cuando las rutas divergieron y cada cual tuvo que coger su camino, las dos tripulaciones se despidieron con mucho pesar.
Habían sido unos días magníficos. Las Seños nos habían contado unos cuentos preciosos, cantado unas bonitas y pegadizas canciones y organizado unas actividades muy divertidas e instructivas.
Sí, sí, aprendimos mucho… Por ejemplo, ¿tú sabías que un dibujo sobre un papel es un espacio en dos dimensiones? ¿Sí? ¿Y que lo que impide que nos caigamos cuando el planeta da vueltas se llama gravedad? ¿También? Pues, ¿a qué no sabéis en qué se diferencian los ocicúes de capirote largo de los ocicúes de capirote corto en el planeta Cucurucho?
(Espacio para respuesta…)
¡Pues no! En las escamas.
Pero qué malos sois. Otra vez habéis conseguido que me vaya por las ramas.
Volviendo a la historia…
Apenas los bajeles se habían distanciado unos metros, cuando la capitana Isabel cayó en la cuenta de algo y, desde la escala, gritó:
—¡LOS NIÑOS DORADOS!
—¿QUÉEEE?
—¡CUÉNTASELO A LOS…
DORADitooooooooooooooos!
Fin.
Aquí acaba la historia que os había prometido contar.
¿Qué me decís? ¿Que ahora qué? ¿Que qué era lo del planeta ¡POF!?
Bueno, bueno, yo tenía pensado contaros la gran aventura del capitán Curioso en el planeta tierra, pero si insistís, os voy a tener que contar lo que ocurrió antes de los fisgones, incluso antes de los del planeta Mates, en el planeta ¡POF! Si pasas la página…