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La entrada del capitán Miguel al poblado de los monos matemáticos fue apoteósica, espectacular, flamante, inolvidable.

Los monos le cogieron a hombros y, vestidos con guirnaldas, bailaban y cantaban a su alrededor con música festiva.

—Pero, ¿cómo lo has conseguido? —preguntó
con incredulidad el anciano mono Anselmo.

—Encontré el compás en el diámetro, a la altura del radio —le explicó el capitán con una pizquilla de vanidad.

—¡Claro! —dijo Anselmo chasqueando los dedos.

Para celebrarlo, los monos matemáticos prepararon una gran cena.

Para el capitán Miguel, cocinaron un gran plato de, ya sabéis, “garbanzos con bananas”, y, para ellos, cogieron una enorme olla y cocieron en ella el fruto del tabuenomubueno.

Al acabar, tal y como mandaban las buenas costumbres, todos los monos matemáticos se rechupetearon muy gustosamente los dedos.

Al ver esto, el capitán Miguel preguntó curioso:

—¿A qué sabe?

—Depende —dijo el mono Anselmo, —el fruto del tabuenomubueno recrea, para cada uno, su sabor favorito, y, además, es inagotable, lo puedes cocer cuantas veces quieras que nunca se gasta. Toma, prueba.

El capitán Miguel degustó el fruto y asintió con la cabeza repetidas veces mientras exclamaba:

—¡HUUUMMMMMMMM!

¿Queréis saber a qué le supo el fruto del tabuenomubueno al capitán Miguel? Pues no me lo preguntéis porque eso es otra historia, y este narrador, Cigarrón del Monte va a dar comienzo a Las curiosas aventuras del capitán Miguel

…aunque… pensándolo bien, será mejor que, primero, os cuente lo que ocurrió después de partir con su nave, la Chatarra Alocada, del planeta Mates, porque ya veréis que luego esto tiene que ver con el episodio de la capitana Isabel y el partido de fútbol y con todo eso que ahora no sabéis pero que vendrá después.

Vamos allá.