El señor del puro I

Imagino qué placer sentiría el presidente de una gran compañía sentado en su sillón, con un puro en labios, al escuchar en la megapantalla de su televisor, situado en la habitación del televisor, of course, las palabras de una trabajadora de unifec: nosotros no vamos a cambiar el mundo, eso ya lo sabemos, pero aportamos un granito de arena.


Nadie se inmuta ante estas palabras. Nosotros no vamos a cambiar el mundo. Qué satisfacción tan grande tienen que sentir al escuchar estas palabras los que atesoran la mayor parte de la riqueza del planeta tierra. Tienen el poder político, económico y a veces hasta la mayor parte del cultural y religioso, pero para ello tienen que explotar y subordinar a otros seres humanos. Lo que demuestra que no tienen el apoyo popular. La fuerza del número. Por eso en 1989 decía el narrador que la esperanza estaba en los proles. Los proles que son el número. Y el número hace la fuerza. Y la fuerza da poder al que no lo tiene. La unión de voluntades. El segundo modelo de supervivencia. La cooperación. Como hablábamos al principio de esta obra. El problema viene cuando estas voluntades no se unen y se disipa como el agua de rocío la esperanza de cambio que solo unos pocos albergan. Los descontentos son muchos. Los que creen en el cambio hoy en día son tan pocos que hasta los que luchan por él al pie del cañón, lo que están en el centro de la injusticia, el hambre, la violencia y la necesidad saben que en el fondo, de cara a la historia, salvarle la vida a una cría de animal, que en nuestro caso sería un niño, no es un gran paso para la humanidad, sí un gran paso para ese ser humano. El descontento pasivo se queja. Como la autora de esta obra. El descontento activo modifica su pequeño entorno día a día. Una modificación que apenas es perceptible. Es el grano de arena en el mar. Un grano que solo le importa al mismo grano y a los que le rodean y le dieron vida. Podríamos pensar que dentro de este marco es insólito que haya animales que decidan extender sus círculos de protección a otros. Pero en realidad esto no se está produciendo. Esta acción se explica desde el que la realiza, y no desde el que la recibe. Un médico sin fronteras decide trabajar para otro, salvando vidas. Es una actividad que nuestros sistemas morales han valorado como loables. Nadie las desempeña. Por eso lo son. Sin embargo, solo puedes pensar en la vida del otro cuando la tuya está bien. Y esto desgraciadamente es así. Un médico sin fronteras ha estudiado, lo que significa que ha tenido una vida en la que su única preocupación no ha sido la de procurarse la comida para pder comer él y los de su familia todos los días. Esto lo coloca en un estado de bienestar dentro de la escala social y también en un territorio de la tierra que acumula recursos y los invierte en los miembros de su comunidad, a la cual este médico pertenece. Está en ese sistema. Tan biológico por otra parte, como todo, como hemos demostrado hasta el momento. Y es por eso que piensa que el mundo no lo vamos a cambiar.


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