Si algo se puede decir sin temor a equivocarse es que los organizadores del evento una vez más se han lucido y han hecho gala de su brillante incompetencia. Si ya de entrada parecíamos un redil haciendo cola para aparcar, si buscábamos el aula como pollo sin cabeza puesto que han comenzado a llamar antes de tiempo (y eso que es ilegal), el colmo de todos los colmos ha sido cuando nos hemos dado cuenta de que han puesto aula 2015 y 206 juntas y se ha creado un tapón tipo judíos en cámara de gas en Treblinka. Los que se estaban meando han tenido tenido que retroceder en la puerta de chiqueros y salir del tapón porque han comenzado a mearse del todo, con los que se estaban ya medio cagando, tres cuartos de los mismo y con los que están mal de la cabeza, ídem de ídem. El resto, modosito, con zapatos de montaña (nunca entenderé el afán del aspirante a bibliotecario por el mundo de la naturaleza) y los que ya han entrado a trabajar (zapatos de bibliotecario funcionario) se han quedado ahí, aguantando, aguantando, y haciendo una cadena de sonido humana, que repetía los nombres y apellidos de ‘la llamada’ a lo largo de todo el pasillo. Como digo, todo muy muy nazi, muy de campo de concentración, muy irreverente con los derechos humanos. Y es que estos brillantes organizadores, genios de la superdotación, hacen todo lo posible por hacerte pensar que, al igual que los nazis con los judíos, no eres más que ganado, pasto que hace ganar pasta a la administración del estado, pasto con el que luego, una vez que entres a la clase, van a hacer abono con tu pellejo, y dinerito con tu pelo, y por último, coserán tus órganos a los otros, porque cualquier loco haya pensado que así es como se clonan. Las oposiciones a bibliotecas en España, por lo menos en Madrid, en la Universidad Complutense son así. Inhumanas. Luego, una vez que entras en clase, te obligan a estar quieto, sin hablar con nadie, sin moverte de tu sitio, en un estado de nervios frenético, entre media y una hora de tu tiempo. Todo porque son, de nuevo, avezados modernistas de la organización, y se les ocurre hacer clases irregulares de gente, y hasta que no termine de llamar la clase de 300 opositores, no puede empezar el examen la clase de 80 opositores. Repito, por si no había quedado claro, la inteligencia en su estado líquido más puro. La materia gris de un país ahí concentrada, haciendo todo lo posible, conspirando, para que un día, en esa tensa espera en la que no te puedes mover, alguien se levante, saltimbanquee por todos los pupitres sacándose la chorra o tirando del pelo a todo el mundo, hasta que un examinador saque la camisa de fuerza que tienen preparada para estos casos, y hala, como en un cuento de Dino Buzzati, en el desierto de los tártaros, uno menos.
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