Ahora, ya no aplaudimos a Belén Esteban, ni a Ana Rosa Quintana, ni a Jelman Ter, ni a la madre que los parió a todos ellos; ahora salimos todas las tardes a aplaudir a los que NOS SACAN LAS CASTAÑAS DEL FUEGO, a esa gente que siempre estuvo allí, sobre-explotada, en la que nunca nos fijamos, y que ahora vemos más que nunca que se sacrifican por nosotros, NOSOTROS que somos unos melones, unos zoquetes, que vamos a los partidos a cantar oé oé oé, y arriba España; nosotros que no nos hemos aprendido de memoria un poema en nuestra puta vida, salvo el de ’por cien cañones por banda’ y alguna que otra rima soez, NOSOTROS que no nos merecemos nada, porque queremos que todo nos lo den hecho, que la revolución sea obra de la virgen, y que como hacían los humildes en las poesías de Gonzalo de Berceo, con arrepentirse y hacer tres genuflexiones, basta para que la virgen María obre el milagro, y es que claro, si los milagros existen, para qué coño voy a mover yo el culo por otro mundo posible, allá se las componga Dios, y si Dios no se las compone, entonces, es una prueba más de que no existe, ¿verdad?