Eso fue lo primero que dijo mi cuñada cuando le presenté a mi novia de Vallecas:
—Es un poco working class, ¿no?
No se me escapan los dos atenuantes en la frase, a los que hay que sumar los dedos entre comillas, que en realidad, no son más que un atenuante más.
Y yo le contesto a ella y a todos mis amigos del chalet de la sierra cuando me lo increpan:
—Soy como Himmler, un aburrido.
Y sí, aunque la critico, soy muy fan de la Abbot y, sobre todo y muy especialmente, de su relato Himmler, el aburrido, pero a ellos, se les ha escapado la referencia, porque no son fans de UBorg, y siguiendo las normas del club de lectura, tengo prohibido compartir este sitio web con ’los impuros de corazón’.
—A ver, que si viniera un apocalipsis zombi detrás del coronavirus me pregunto qué clase social sería más resistente y sobreviviría más —continúo diciendo mientras me tomo un gin-tonic preparado por el criado de mi amigo Arturo, que también le prueba la cocaína antes de que él se la tome (una costumbre que mi amigo Arturo aprendió de su homónima clase social chilena, que son expertos en crear relaciones de servidumbre, como ya se describió de forma magistral en el Oscuro pájaro de la noche.)
Obviamente, los niños pijos nazis de mis amigos de la sierra, que son muy crueles, siempre dicen que serían ’los corkys’ los primeros que palmarían, por su descoordinación, su falta de organización y sobre todo, y muy especialmente, les encantan usar estos adverbios juntos, por su visión cortoplacista de la realidad.
—De lo contrario, —continúa explicando mientras fumamos marihuana en el chalet de mi amigo Arturo,— la humanidad experimentaría una involución. Si nosotros, los pijos, dice señalándose el pecho, y vosotros, los burgueses, desapareciéramos de la faz de la tierra, y solamente se quedara la masa, los corkis, entonces, Dios habría fracasado en su plan. No puede ser que los corkis, que tienen un coeficiente intelectual por debajo del nuestro sean los que sobrevivan al coronavirus.
—Sí, ahora resulta que le has hecho test de inteligencia a toda la clase obrera del mundo mundial, no te jode.
—Bueno, a ver, solamente hay que consultar las estadísticas de consumo de libros de las bibliotecas públicas. Ya no tienen excusa para no leer. Marx escribió hace más de un siglo el Manifiesto Comunista, y los muy gilipollas TODAVÍA NO SE LO HAN LEÍDO. ¿Qué quieres que diga? Han tenido 120 años para leer un libro de menos de 70 páginas. La mayoría de ellos no saben ni siquiera que existe.
—Pero porque nadie se lo ha dicho.
—Bueno, bueno, eso se enseña en la educación pública. Si ellos no ponen atención, me suda la polla, es su puto problema, otro problema más para el saco de problemas que ya tienen y que luego, te piden a ti, que les solucionen, porque claro, escudándose en que ’ellos no han estudiado’, y con eso ya lo arreglan todo. Que se piensan que la policía es tonta, y que vamos a estar currando para ellos, mientras ellos se la pasan viendo a la Belén Esteban y comiendo pipas en el parque con una litrona.
—Nosotros —dice otro de los ’BorjaMari’ de mis amigos —, nosotros, ya hemos cumplido, como comprenderás, no le vamos a decir encima cómo deben quitarnos el poder, cómo deben expropiarnos la propiedad privada, cómo deben nacionalizar los recursos, cómo crear un mundo sin dinero, ¿les hacemos un croquis a los corquis? Si es que no tienen remedio, lo quieren todo masticadito, y aún así, seguro que dirían, ay, qué pereza, mejor me voy al centro comercial a comprar ropa barata para aparentar que no soy pobre, qué quieres que te diga, son GENTUZA.
Mi amigo Arturo nació con la vida solucionada. Se ha terminado casando con una mujer de su misma clase social, para arrejuntar capitales y que este aumente su tamaño. Ellos dicen que hacen lo que deben hacer, que satisfacen a sus padres estudiando una carrera y encontrando un buen trabajo o sacándose unas oposiciones, y que luego tiene hijos para satisfacer y entretener a los abueletes, que ya tienen otro motivo más para gastar dinero, y bien gastado, en sus nietos, que es la supervivencia de su ADN, de su inteligencia, y quién sabe, de su patrimonio cultural, toda esta gente, en el fondo del fondo del fondo, está muy insatisfecha.
Algunos de ellos, tienen cierto remordimiento. Y al igual que los nobles se pasaban a ser burgueses durante la revolución francesa, ahora, algunos de mis amigos los pijos, que ya están un poco aburridos y han cumplido con las exigencias de su clase social, ahora, como digo, se han pasado al sector Errejón. Pero en secreto. Solo algunos lo saben. De puertas afuera, siguen diciendo que son de derechas. Pero de puertas adentro, votan a Errejón, por aquello de parecer modernitos, de decir de ellos mismos que también son buenas personas, y en fin, de limpiar un poco su conciencia del pecado del robo de recursos que luego se transmiten por la herencia.
A diferencia de los corquis, ellos sí han leído a Marx, y saben que en el manifiesto comunista, como líneas programáticas, aparece el objetivo de abolir las leyes de la herencia. Y, con miedo a que algún día esto pueda llegar a hacerse realidad, entre tanto, aprovechan todo lo que pueden y más para heredar como locos, y pasarse el patrimonio, y arrejuntarlo, y esconderlo en paraísos fiscales, como hace el rey emérito, porque ellos saben lo fácil que es quitarles el poder, porque lo han experimentado muchas veces a lo largo de la historia, pero como dicen mis amigos, lo importante es que los obreritos, o ’la clase trabajadora’, como lo llama eufemísticamente el PSOE, no se enteren de nada, y sigan produciendo como si nada, orgullosos de que MERCADONA, que controla parte del sector de producción de la alimentación, les haya dado un trabajo.