Pues sí, ya la he liado parda, y me he cambiado de sexo. Ya no soy Helena, ahora soy Ramón, me he cambiado de nombre, Ramón T. Cristo. A mi madre casi le da un parraque en su piso del Barrio de Salamanca de 200 metros cuadrados para ella y para su criada, la filipina.
Mi padre que, antes vivía en Las Rozas, luego en Arturo Soria, y ahora, él dice que se ha vuelto un burguesito progre y se ha pillado, él lo ha dicho así, me he pillado, un apartamento en Chamberí.
Mi padre está muy forrado de pasta. No más que mi abuelo, ni mi abuelo más que mi bisabuelo.
Yo confieso aquí que tengo un gran talento para hacer dinero. Aunque no lo empleo, porque estoy en modo ético, y hacer dinero de forma estrictamente ética es el triple salto mortal.
Y mi familia me reprocha que ellos han vivido muy bien participando de la estructura del mal, y que por qué yo no hago lo mismo.
Y ahora, lo de mi cambio de sexo.
Están destrozados.ç
—Pero, hija, Helena, ¿dónde vives ahora? ¿Y con quién?
—Mama, soy Ramón.
No quiero matarlos de un ataque al corazón, y por eso, les oculto que me he enamorado de una bakaluti de clase obrera, y que vivimos en un piso de Vallecas, de protección oficial, privatizado.
Creo que no podrían soportarlo.
Le he dicho a mi novia que se haga el examen de la MENSA, para demostrarles a mis padres que es, como yo, super-dotada, aunque venga de clase obrera, (lo siento, no debería haber dicho ’aunque’, porque es ’fascista’ pensar que los obreros no pueden ser súperdotados, y que son en general, corquis sin remedio).
Mi chica, que está muy centrada en sacar a su familia adelante, y que no tiene tiempo para esas gilipolleces, me ha puesto cara de : ¿en serio? ¿Trabajo 10 horas al día y tengo que, encima, hacer el examen de la MENSA?
—Sería una pequeña alegría para mis padres, entre tanta desgracia.