Capítulo de obra, Conspiración Black Swan, El leal

Nexo en El Club Vanderbil cumpliendo las instrucciones de Los Faraones (76)

–Estoy muy satisfecho, una seguridad perfecta, no esperaba menos, señor Heind.

–El gobierno se ha volcado y ha sabido mantener la discreción, tratándose de una reunión tan importante como ésta. Las fuerzas de seguridad del estado se han puesto a nuestro servicio. Han dotado a la vecindad circundante de un pase de control para asegurar la debida confidencialidad del encuentro. No está mal, teniendo en cuenta que acudimos a título personal y no en calidad de los organismos que representamos. Y los imbéciles antisistema como moscas en las reuniones del FMI, del Banco Mundial y del G-8 como si allí se decidiera algo que no se hubiera gestado aquí previamente.

–Bien, me estaba hablando usted de profundos cambios estructurales.

–Sí, señor Heind, pero, antes, algo importante: para la partida de diamantes de Sudáfrica, las del señor Zischler, debe usted desviar la liquidez al Basilea Financial Bank, queremos ejecutar la financiación de un proyecto muy especial de manera discreta. ¿Algún problema?

–Está usted en Bruselas, la capital del diamante, la venta se realizará sin incidentes, no se preocupe.

–Estupendo, mis amigos se alegrarán mucho cuando les comunique su respuesta. Continuemos con lo de antes, las directrices son breves, claras y concisas: congelación de las pensiones, aumento de la edad de jubilación, abaratamiento del despido, convenios colectivos entre asalariados y empresa, eliminación del convenio por sectores, recorte en el gasto social, recorte en el gasto de las administraciones y sesgo salarial a los funcionarios. La metáfora clave en este asunto es: flexibilidad y apertura del mercado de trabajo.

–Perdonen, ¿interrumpo?

–No, sólo le indicaba la mejor manera de sacar a la perrita a pasear, ya hemos terminado. Además, con usted quería hablar. ¿Se conocen? ¿No? El señor Heind Hirshbiegel, parlamentario europeo.

–Mucho gusto, mi nombre es…

–Es usted sobradamente conocido y fue un gran asesor en el Tratado de Lisboa. Me encantan sus conceptualizaciones, “delincuencia fronteriza”, es insuperable.

–Podíamos haber puesto directamente “Heil Hitler”, pero somos educados. Señor Heind, ¿nos disculpa?

–Faltaría más. La siguiente reunión es en Grecia, allí le pondré al corriente de los avances en esta materia. Un placer. Hasta la vista.

–Hasta la vista. ¿Y bien? ¿Deseaba usted hablar conmigo?

–Primero, déjeme que le ofrezca un puro de mi selecta colección personal. El valor de estos puros es incalculable. Solo tres personas en el mundo los disfrutan. Y, ahora, querido amigo, cuatro. No irá usted a decir que no se siente afortunado por ello.

–Muchas gracias. Me siento afortunado de la vida en general que me da estos privilegios. Cuando me levanto por las mañanas, me miro al espejo, sonrío y me digo qué suerte tienes, hijo de puta, qué bien te lo has montado y qué bien te está saliendo todo, cabronazo. Y entonces el día sigue tan bien, regalándome solo cosas buenas, como este magnífico puro que me estoy fumando en uno de los sitios más interesantes que he conocido jamás: El Club Vanderbil.

–Le secundo en todas sus ideas. Y, dígame, esto que ha dicho usted de que cuanto mejor se siente, mejor le salen las cosas, ¿piensa usted que debiera ser vox populi?

–Por supuesto que no. Ese es un secreto que los afortunados debemos conservar y transmitir con el rito que se merece.

–A mis amigos no les gusta que la gente piense que la vida es fácil. La vida, muy por el contrario, es una lucha; hay que trabajar muy duro e invertir mucho tiempo en conseguir lo que uno quiere. ¿Que uno quiere una casa? Que tarde treinta y cinco años en pagarla con el esfuerzo de su trabajo todos los días. Este es más o menos el mensaje que nos gustaría consolidar. Apretando un poquito más las tuercas. ¿Sabrá hacerlo?

–Esa es mi especialidad. El otro día un asesor mío vino y me dijo que había leído un artículo de divulgación científica en la revista Investigación y Ciencia donde explicaban que, según la física cuántica, ahora mismo, yo podría sentir un puñetazo en la nariz procedente del otro lado del universo sin alterar en nada mi ambiente salvo en el hecho de que alguien me ha dado un puñetazo en la nariz. ¿Se da cuenta del peligro que encierra enseñar esto de esta manera en las aulas?

–Efectivamente. Peligro es la palabra. El mundo es determinista. Quien es obrero será obrero siempre, eso es lo que queremos que ellos se crean. Cada uno en su sitio, el universo es sólido, movido por fuerzas superiores al individuo y uno tiene que adaptarse al medio en el que le ha tocado vivir. Si te toca fregar escaleras diez horas al día, lo más importante es que repitas el lema de tu sindicato: obreros somos, obreros seremos, y al patrón por culo le daremos.

–Jajajaja. Son como niños.

–Ellos no tienen tiempo para jugar con grandes cantidades de dinero. ¿Por qué les vamos a dar información que no es relevante para sus vidas cotidianas? Hay una serie de conocimientos que debemos evitar por fuerza. ¿Cómo va lo del pacto de Bolonia?

–Viento en popa. Carreras más aplicadas, campos de conocimiento segmentados y orientados a realizar una actividad muy concreta dentro de nuestro mercado laboral. La empresa es la que crea el trabajo, por tanto, los universitarios tienen que aprender a hacer el tipo de trabajos que nosotros necesitamos.

–Corta por Humanidades todo lo posible. No queremos estudiantes que aprendan a pensar sino a hacer. Otra cosa, hay que hacer presión por conseguir que la carrera de económicas se diluya en la micro economía. Ninguna materia dedicada a explicar otros sistemas económicos, ni siquiera a crear la posibilidad de imaginarlos. El capitalismo no es un sistema económico que fácilmente se pueda cambiar por cualquier otro, es una ley física, algo instalado en nuestra cultura, que ni siquiera se estudia porque es tan natural a nosotros, a nuestra sociedad, que quién va a querer cambiarlo, ¿me entiende? El capitalismo está en nuestro ADN, y la genética no se puede cambiar, esto es lo que nos interesa que usted transmita.

–Muy bien, muy bien, perfecto, así se hará.

–Otra cosa más. El presupuesto para educación e investigación debe reducirse este año a nivel global.

–Sí, sí. De acuerdo. La crisis tiene la culpa. Jajajaja.

–OF COURSE. La crisis tiene la culpa. Los pobres pagarán la culpa de la crisis aunque no la tengan, y así le pedirán a sus verdugos que les salven.

–Votando conservadurismo en las próximas elecciones. Ya me lo estoy viendo.

–Aunque voten para otro lado eso también está controlado. Crisis igual a no inversión social. Este es un mensaje clave que debe ser transmitido en todos los medios de comunicación, sean de derechas o de izquierdas.

–Está bien. Perfecto. Así quieren tus amigos que se haga, así se hará.

–Estupendo. Ha sido un placer hablar con usted. Le daré recuerdos a mis amigos de su parte. Ya sabe que ellos están muy contentos con sus actuaciones y creo que en más de una ocasión se le ha demostrado este agradecimiento. A propósito de esto, ¿cómo va su agencia de crear ocio rosa basura?

–A toda vela. Soy un privilegiado. El año pasado, gracias al mundo de la información rosa, tripliqué mi riqueza. Yo me llevé el 40 por ciento de los beneficios generados por esta industria.

–Qué buen pedazo de pastel. Sí, señor.

–No me puedo quejar. Soy una máquina de crear cortinas de humo a partir de noticias chorra como, por ejemplo, ¿quién tendrá el zapato de Vicky Leckam? Cada vez que pinchan en esta noticia de hayoo, yo gano muchos millones de dólares. Soy un tipo con suerte. Y Victoria, que se joda, es de uso público, al cuerno su intimidad, si quiere intimidad que se encarcele en su casa.

–Si todo sigue su curso, si tensamos un poco más las cuerdas, la fortuna que tienes ahora te puede llegar a parecer ridícula. Te ofrezco el sesenta por ciento del negocio a cambio de no difundir conocimiento sobre teoría monetaria y a cambio de no apoyar ningún proyecto de investigación o tesis que cree, imagine, aventure nuevas alternativas a la concepción del dinero.

–Trato hecho.

–Y ahora, si me disculpa, tengo que hablar con…

–Vaya, vaya. No se preocupe por mí.

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