Miguel Ángel y Noam Wittgenstein en el restaurante Maxim’s (71)

–Estás a punto de tirar el pan.

–Vaya, aun así lo he tirado.

–Suele pasar.

–Sí, además que sí, basta que te lo digan, para que lo tires.

–¿Y por qué le das un beso?

–¿Eh? Ah, bueno, la verdad es que no sé, lo he hecho inconscientemente. Siempre lo hago.

–El pan, además de un alimento, es un símbolo para esta cultura. La palabra acompañar viene de la expresión con pan, y alude al rito social de reunirse y compartir el pan comiéndolo juntos. Los faraones quieren que nos separemos porque saben que, si estuviéramos unidos, ellos dejarían de tener importancia.

–¿Los faraones? Disculpe. No le entiendo. Pero siga su camino, no le quiero entretener más.

–No es molestia. ¿Puedo sentarme? Me gustaría charlar un rato contigo.

–Lo siento. Pero es que estoy esperando a alguien, ¿sabe? Es una cita de trabajo, no se ofenda, no puedo decir que no, ni tampoco puede estar usted delante.

–Lo comprendo perfectamente. En ese caso, dale recuerdos a tu padre de mi parte, dile que se cuide la úlcera, que los faraones van a acabar con él antes de que nosotros acabemos con Ellos.

–¿Úlcera? Muy pocas personas en el mundo saben eso. ¿Cuándo has conocido a mi padre?

–Gracias por tutearme. Tu padre y yo somos muy buenos amigos. Si puedo evitar que sufra innecesariamente, lo evitaré. Ahora tú eres adulto y debes resolver tus propios problemas, sin contar con tu padre. En este confesionario se cuentan pecados futuros. El deseo de asesinarte por parte de los faraones ha sido uno de ellos.

–¿Asesinarme? ¿Quienes? Escucha, ¿tú sabes quién soy yo?

–Yo sé que yo soy el que soy. Islanovska se convertirá en la balsa que te salve de la gran tormenta que se avecina a tu vida.

–Ya, ya, bueno, pues nada, muchas gracias, ¿eh? Hasta otro día.

–Qué sonrisa más bonita. Todavía no has conseguido reírte como Ellos. Mírame, yo imito su sonrisa muy bien, es de un tipo tal que parece sincero porque es de una gran amplitud, pero no llega a ser tan amplia como cuando la sonrisa es sincera, limpia y bien deseada. Wittgenstein, no juegues a ser quien no eres. Estás del lado equivocado. Sal de ahí. Si no me crees, no hace falta que recurras a la cortesía para librarte educadamente de mí mientras que, por dentro, estás pensando que estoy completamente loco y que es mejor darme la razón hasta que me vaya. Ve al confesionario, aquí tienes las claves, encarga tu asesinato sin salirte del guión. Mucha suerte, y lleva un regalo a la cita de esta noche.


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