–Hola.
–Hola.
–Me llamo Alexia.
–Yo, Valeria.
–¿Sabías que iba a venir?
–Sí.
–¿Quién te lo dijo? ¿Él?
–Mi novio, sí.
–¿Es tu novio? Perdona, no lo sabía. De verdad. Perdóname.
–¿Conoces a mi novio?
–Creo que sí, mira, lo siento, perdona, ¿eh? No sabía que tuviera novia.
–Pero, tú, ¿qué tienes con él?
–Yo, nada, te lo juro por dios, que nada. Solo que a veces, como hablamos español, pues hablamos un rato en nuestra lengua nativa. Solo eso.
–¿Español? ¿Eres española?
–Latinoamericana.
–¿De dónde?
–De México.
–Vaya, lo siento. Mi país os tiene cogidos por los huevos desde hace tantos años… Si te sirve de algo, yo no estoy de acuerdo.
–Nada, no te preocupes. Mi única esperanza es El Subcomandante.
–Has pronunciado su nombre como si hubieras tenido algo con él.
–¿Eh? Eso está absolutamente infundamentado.
–Yo es que tengo un ojo… Eso lo he heredado de mi padre. Supongo. O si no lo he aprendido de su trabajo. Uno nunca sabe…
–¿Por? ¿A qué se dedica tu padre?
–Al crimen organizado, aunque ahora no le va muy bien la cosa.
–No tiene por qué. En épocas de crisis, es más fácil abusar del débil.
–No te creas, cuando la gente no tiene, no paga tan fácilmente. Se resisten, y a los que más aguanten, hay que matarlos, para que no den ejemplo al resto; con lo que mi padre tiene más trabajo aún, y además, tiene que ir más a la siquiatra; yo creo que ha perdido el gusto por matar. Desde que salgo con mi novio, se ha deprimido bastante, tengo que reconocerlo.
–Pero, tú, ¿le vas dando tanta información personal siempre a todo el mundo? ¿No se supone que eres de la mafia? ¿Por qué rajas con tanta facilidad?
–Soy la oveja negra, por eso, y por que salgo con un extraterrestre.
–¿Jesucristo es un extraterrestre?
–¿Jesucristo? ¿Qué dices? ¿Cómo se va a llamar mi novio así? No entiendo por qué me hace eso, sabiendo el problema con los celos tan grande que tengo. Es que es imposible, vamos a ver, contéstame, ¿quién es Jesucristo? ¿No te habrás tragado tú también los rollos de Miguel Ángel?
–¡Eso! Miguel Ángel, el nuevo Jesucristo, ¿quién va a ser?
–¡Ja, ja! Perdona que te haga una sugerencia, no quiero insinuar nada, pero, no sé, a mí las pastillas que me dan no me hacen efecto, pero a lo mejor a ti sí, ¿seguro que te las has tomado hoy?
–A ver, a ver, a ver, perdona, guapa, yo soy Alexia Zyanya y no estoy loca. Yo tengo aquí un amigo que dice que te conoce y que tú le dijiste ayer que hoy ibas a jugar al tenis por las mañanas, y este tipo es Jesucristo, igual que tú novio es extraterrestre, igual que yo me quiero suicidar. ¿Estamos?
–¿Y por qué te quieres suicidar? Eso en la mafia se ve como un acto de cobardía. El que se suicida es un cobarde, un débil mental, que no sabe lo dura que es la vida. En la teoría de la evolución, su posibilidad genética terminaría desapareciendo.
–Bueno, a mí, como comprenderás, lo que diga la mafia, me la refanfinfla. Y tú interés por la ciencia, en estos momentos, en otros quizás no, también. Al tema, ¿tú ayer no le dijiste a Jesucristo… a Miguel Ángel, que ibas a venir a jugar al tenis?
–Sí, claro, todos los días antes de dormir.
–I can’t believe. Es imposible saber nada aquí a ciencia cierta. Escucha. Tengo una idea. ¿Estás muy ocupada?
–Estoy muy aburrida.
–Pues ya somos dos. ¿Quieres venir conmigo el jueves a un sitio?
–¿Adónde?
–A la no realidad.
–Bueno. ¿Y ahora tú quieres jugar al tenis?
–Ese deporte es de pijos.
–Pues, hala, venga, coge una raqueta, vamos a romper tu prejuicio.
–Yo no tengo prejuicios sí mucho que estudiar. Me voy a la biblioteca. Es el único sitio donde descanso en paz.
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