—Por fin me encuentra, señor Mc Cain.
—Tengo un olfato especial para detectar árabes en suelo americano. El terrorismo es mi especialidad. Y tú eres un terrorista.
—No soy árabe. No soy terrorista. Mi padre era un bereber de Marruecos y mi madre era española.
—Lo dicho, medio moro. Todos los árabes en terreno norteamericano son terroristas potenciales.
—Eso es lo que dice tu programa.
—Efectivamente, eso es lo que dice mi programa. ¿Cómo sabes que soy un cyborg?
—Porque tu programa se equivoca. Tienes problemas con la interpretación de los datos. Por eso estás aquí, ¿no?
—Y tú qué sabes, puto árabe de Al-Qaeda.
—Yo no soy de Al-Qaeda. Y tú estás en Un Mundo Feliz porque algo no va bien, ¿verdad? Como todos nosotros. Y ahora estás aquí, en esta habitación, porque yo te he llamado y tú me has encontrado. Quiero encargarte una misión.
—¿Que tú me has llamado? ¿Encargarme una misión? Yo no trabajo para ti, ¿entiendes?
—Ni para los que tú te crees tampoco.
—Pero, ¿tú qué estás diciendo? ¿Por qué hablas como si lo supieras todo?
—Porque yo soy el que soy.
—¿Tú eres el que eres? ¿Qué quieres decir? ¿Quién eres tú?
—Yo me llamo Miguel Ángel. Y quiero que nos ayudes a escapar.
—¿A escapar? Pero si acabo de llegar. Yo no me quiero escapar. Yo estoy aquí para cumplir una misión.
—Esta es tu verdadera misión, y sí te quieres escapar, porque aquí la muerte te está esperando.
—Ahora soy un cyborg, ya he burlado a la muerte. Yo estoy muy bien aquí.
—No te hablo de muerte natural. Si no huimos, seremos asesinados.
—¿Seremos? ¿Quiénes? ¿Por quién? ¿Qué haces tú en Un Mundo Feliz?
—Hacer que la luz y la verdad actúen de igual forma. Esa es nuestra misión.
—¿Qué eres? ¿Un cura?
—Soy igual que tú.
—¿Un espía?¿Un cyborg?
—Yo soy un cisne negro.
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