— Hola, ¿estás esperando a alguien?
—No tengas miedo, no te voy a hacer daño.
—…
—…
—Mira. Si no fueras quien eres, te diría que es peligroso que el corazón te lata a tanta velocidad. Vamos a hacer una cosa, ahora me voy a quitar de la puerta, y la voy a dejar libre; a medida que vaya entrando a esta habitación por este lado, tú irás avanzando por el contrario. Si quieres escapar, solo tienes que salir corriendo y cerrar la puerta. Que, de hecho, es lo que vas a hacer. Pero este encuentro era necesario. Ya tendremos tiempo para compartir el futuro.
[…]
—Hola, ¿estás esperando a alguien?
—…
—No tengas miedo, no te voy a hacer daño.
—…
—Mira, si no fueras quien eres, te diría que es peligroso que el corazón de lata a tanta velocidad. (…) Ya tendremos tiempo para compartir el futuro, a la tercera confiarás en mí.
[…]
—Hola, ¿estás esperando a alguien?
—Eres un poquito pesado, ¿no te cansas de repetir todo el tiempo lo mismo?
—¿Sabes, Alexia? Es una pena que no seas capaz de apreciar toda la espiritualidad que hay en tu alma, y es una pena también que tus creencias te impidan verlo. No es todo materia lo que ven tus ojos.
—¿Quién eres?
—Mi nombre es Miguel Ángel.
—¿Eres español?
—Buen oído. Sí, Alexia, soy del Mediterráneo. Las fronteras son una ficción del pensamiento de unos pocos.
—¿Cómo sabías que hablaba español? ¿Quién eres?
—Bueno, en primer lugar, no es difícil no conocerte. En este tiempo, has logrado ser bastante conocida, justo como tú querías. En segundo lugar, porque yo soy el que soy.
—¿Trabajas aquí?
—No. Soy paciente.
—¿Y el traje? ¿Por qué vas de traje?
—Me gusta llevar traje. Me siento cómodo en él. ¿Cómo debería ir vestido según tú?
—Desgraciadamente, en este sistema, solo los privilegiados pueden acceder a las cosas de calidad. Llevas un traje especialmente valioso, ya que las materias primas, el diseño y la materialización del traje vienen de Europa, del movimiento El retorno de los artesanos. Comprendo que te sientas muy bien con ese traje, es una obra de arte. Seguro que solo hay unos pocos en todo el mundo.
—Solo existe este. Está hecho a medida, y no sé cuánto cuesta, porque me lo han regalado.
—Eso es imposible. Todo cuesta dinero.
—Yo tengo el secreto, no necesito comprar nada, nunca subestimes la potencia del agradecimiento.
—¿Quién eres?
—Ya te lo he dicho, me llamo Miguel Ángel y ahora estoy aquí.
—¿Contra tu voluntad?
—No me fío de ti.
—¿Es por el traje? Entiendo que te desconcierte. Quizás no represente el estereotipo de buena persona según tu visión prejuiciosa de la realidad. Aun así, te digo que se puede ser buena persona y llevar un traje como este. Los prejuicios solo dividen, separan, y son contrarios al amor a la diferencia.
—¿En qué trabajabas antes de venir aquí?
—Para la Obra de Dios.
—¿Para la Obra de Dios? ¿Para la Obra de Dios? Pero cómo puedes trabajar para esa gentuza. Increíble. Perdona, pero es que tengo mucho que estudiar.
—No me has preguntado qué hacía allí.
—¿Trabajar para difundir y mantener su poder?
—Uno puede ser buena persona independientemente del espacio y el tiempo en el que esté. Puedo ser bueno durante el imperio de Egipto como ahora en el siglo XX, y puedo ser bueno tanto en la Obra de Dios como encerrado en una habitación leyendo libros y analizando la vida cómo tú.
—Yo no trabajo para nadie.
—Alexia, tienes unas de las energías más bellas que jamás he visto, es una pena que no puedas verlo, es realmente extraña esta configuración de la energía que hay en ti. Si vieras qué colores más bonitos desprendes…
—Oye, mira, perdona, me voy a ir, no te ofendas, pero es que yo pienso que tienes problemas, ¿entiendes? Y, si tú tienes problemas y la niña que he visto también tiene problemas, a lo mejor es que yo también tengo problemas, y ya me estoy empezando a agobiar.
—Alexia… Hasta la próxima.
[…]
—Hola, ¿estás esperando a alguien?
— …
—No mientas, ya sé que me estabas esperando a mí.
—¿Qué es eso de la energía del otro día?
—Alexia, que no puedas ver algo no significa que no exista.
—Lo sé. Pero, ¿puedes ver todo eso? Es imposible.
—¿Más imposible que te dieran el nobel a ti, bello cisne negro, o menos imposible? ¿Qué opinarías tú?
—Infinitamente más imposible. El ser humano solo puede ver la realidad a una determinada escala y a una velocidad determinada, por eso no podemos ver el futuro. —¿Conoces la parábola del científico?
—No. Pero, ¿por qué no hablamos de ti un poco? Dices cosas muy desconcertantes, pero no hablas de nada en concreto nunca. Ni siquiera me has dicho cómo me has encontrado. ¿Cómo sabes que existe este sitio? Además tu frase siempre es esperas a alguien. No sé por qué tengo el presentimiento de que ya sabes a quien esperaba.
—Sí. A Anicka. Siempre quedáis aquí para que te devuelva tu preciado escarpelo.
—Dios mío, si es como en un concurso de preguntas, las sabes todas. Eres como una base de datos gigante, qué maravilla. ¿Podría heredar tu cerebro para analizarlo después de que te mueras? ¿Por qué no donas tu cuerpo a la ciencia?
—Siempre que he podido, lo he hecho. Pero eso depende del momento histórico.
—Pero, ¿cómo sabes lo de la niña? ¿Es tu amiga también?
—Ahora no, pero en otras vidas, sí.
—Pero, ¿la conoces? ¿La has visto?
—La he visto, pero ella no me ha visto todavía a mí, en este momento. Pero no te preocupes, vamos a pasar mucho tiempo juntos, los tres, sobre todo, cuando seamos más amigos y creas en mí.
—¿Estás insinuando que va a llegar un día en que seamos amigos y yo crea todas y cada una de las películas que te has montado en tu cabeza como si de una verdad científica se tratase? ¿Como si el sol sale por el oeste y se pone por el este?
—Al revés. Y sí, claro, dicen que los premios Nobel lo son por inteligentes.
—¿Me estás diciendo que si no te creo es que soy tonta?
—Tonta no, pero no desarrollarías todo tu potencial.
—No he visto una estrategia más machista y rastrera en mi vida para ligar. Esto ya es que es el colmo. Los hombres no os detenéis ante nada.
—Yo no necesito ligar. Tengo todo y es por ello que precisamente no necesito poseer nada.
—Ah, ¿sí? ¿Eso significa que tú ya me tienes y que por eso no hace falta que intentes ligar conmigo?
—Eso significa que para que yo te quiera necesariamente tú tienes que quererme porque, de lo contrario, no habría amor sino otro tipo de energía. Pero yo estoy aquí para potenciar la primera, las otras no son tan interesantes.
—¿Amor? ¿De qué amor hablas? ¿De cualquiera? ¿Tú me amas?
—No menos que a mi propia vida.
—Pero, ¿qué me estás diciendo? Si no me conoces de nada.
—Tú no me conoces a mí de nada. Yo a ti te conoceré siempre que aparezcas.
—¿Tú crees que yo puedo aparecer y desaparecer?
—Todos podemos, pero necesitamos estar preparados. Tú no estás preparada.
—Ah, ¿sí? Enséñame tú.
—Para eso estoy aquí. Gracias. Al final lo has comprendido. Qué inteligente eres, Alexia.
—¿Estás tratando de manipularme?
Deja una respuesta