Capítulo de obra, El conseguidor

El coronel y el agente Towers, no se quedan satisfechos (34)

—Esperen un momento, enseguida el doctor Holtz estará con vosotros.

—Gracias, enfermera.

—Pues esta también tiene buenas piernas.

—No cabe duda, agente Towers, ¡ja, ja…! Bien, ¿qué le ha parecido?

—¡Dios mío, el teniente está completamente loco! ¿Extraterrestres, levitaciones oníricas, delfines que le hablan? Lo siento por usted, coronel, sé que, además de compañeros de armas, erais amigos.

—Sí, junto con el comandante… junto con Ávalon, las liábamos buenas los tres. Qué tiempos aquellos. En fin, no le voy a aburrir.

—Y, para colmo se me ha enamorado, de ¿su psicóloga?

—El doctor Holtz se encuentra ya aquí, pasen, por favor.

—Buena mirada le has echado, en eso no estaba tan loco, ¿verdad?

—Ni en eso, ni en la atmósfera aplastante de este lugar, coronel, tengo la sensación de que van a diseccionarme en cualquier momento.

—Buenos días, soy el doctor Holtz, investigador principal y coordinador del grupo de sicólogos de Un Mundo Feliz.

—Buenos días, el agente Towers de la CIA y el coronel Adams de Defensa Nacional, para servirle a usted.

—Siéntense, por favor.

—Bien, veo que están autorizados a recibir información confidencial sobre el paciente.

—Haré un breve historial del sujeto para que puedan hacerse una idea más precisa de nuestro análisis y diagnóstico. Bien, pues, el señor Mac Cain, a instancias de su ministerio, coronel, ingresa en Un Mundo Feliz proveniente de otros gabinetes psicológicos, que no son necesarios mencionar, con un diagnóstico de conducta sexual trastornada y patología asociada a los adictos al sexo. Es sometido a sesiones de terapia por la doctora Eliza y a tratamiento de farmacopea por mí mismo, consistentes básicamente en inhibidores y relajantes. El paciente se adapta al entorno sin dificultad y, salvo pequeños incidentes sin importancia, su cooperación es total, a pesar de que últimamente manifieste una animadversión desproporcionada por la planta… por la planta en la que nos encontramos, con ciertos rasgos paranoides. A falta aún de un diagnóstico final, el análisis realizado por parte de la doctora Eliza determina una conducta de elevada predisposición al sexo, pero no se observa ninguna anormalidad en dicha conducta más allá de la propia naturaleza humana.

—¿Entonces? ¿Mi amigo no está loco?

—Doctor Holtz, acabamos de hablar con el teniente Mac Cain y no nos ha dado, precisamente, esa impresión. Lo hemos visto muy mal, nos hablaba de que tenía una especie de telepatía y de que experimentaban con él como si se tratara de una cobaya.

—Lo sé, lo sé. El paciente sufrió recientemente de cáncer de tejido cerebral, ¿no es cierto, coronel?

—Efectivamente, doctor, estuvimos francamente preocupados por su vida.

—La doctora Eliza pronostica que se trata de una lesión cerebral postraumática que ha desencadenado esta fobia a la muerte. El paciente ha desarrollado la ilusión de ser un cyborg para sublimar su pánico a la muerte. Leo por los informes que la recuperación del cáncer fue prácticamente milagrosa.

—Cierto, el equipo médico no daba crédito a lo que había sucedido en el organismo del señor Mac Cain.

—Sí, tenemos los scanners cerebrales y no hay rastro del tumor. Es muy posible que esta sea la causa de su patología. Miren, para ilustrar lo que les quiero decir, vamos a ver un pequeño extracto de los vídeos de sus conversaciones con la doctora Eliza:

“Pues claro, todo el tejido cerebral es nuevo, sin embargo, yo sigo siendo yo. ¿Qué si me molestó que me engañaran? ¿Usted qué cree? Ellos tocaron mi información cerebral para que la misión prevaleciera por encima de cualquiera de mis deseos. Querían al soldado-robot perfecto, y mire qué chapuza han hecho […] al parecer no es tan fácil volcar la información del cerebro a un ordenador y, de un ordenador, de vuelta al cerebro […] ¿Usted sabe cuánta información se puede guardar en una simple piedra si pudiéramos controlar los electrones que contiene? Ordenadores cuánticos, Eliza, la información llega en forma de configuración de electrones, no se sabe lo que está, pero está. Y usted o yo seríamos inmortales, virtualmente, pero inmortales.”

Si no les parece suficiente, fíjense cómo lo justifica:

“Clonar tejido cerebral no es problema, conformar un cerebro artificial con tejido natural clonado, tampoco, tenemos los planos, ¡je, je! No, no, Eliza, el problema es la información que contiene, por eso me necesitaban, me lo ofrecieron y yo… ¡Qué más daba si iba a morir de todas formas! Siempre he sido un soldado y siempre lo seré.”

Y, por último:

“Como mi cuerpo no les servía, me hicieron uno nuevo. Mi corazón es un motor de hidrógeno; mi esqueleto, de duraluminio; mis músculos, de poli plásticos. Por fin, le dije adiós a mi artrosis ¡ja, ja! ¡Un cyborg, soy un cyborg, no un robot! A simple vista, esto que ve aquí es mi atractiva piel pecosa, pero donde debería haber pecas, hay células fotovoltaicas que suministran a mi piel todos los nutrientes necesarios y, de paso, la viste de este bonito tono sonrosado. Aire y agua es todo lo que necesito; por eso puedo seguir cogiendo unos pedos de muerte: aunque el alcohol va directo al cerebro, mis neuronas se restituyen sin problemas, y, además, tengo un sistema de drenaje hidráulico impresionante… Lo deberías comprobar algún día.”

Con esto, creo ya es suficiente. Como pueden comprobar, el objetivo básico de sus fantasías es la evasión de la muerte. Nuestro consejo es que permanezca durante algún tiempo más en nuestra residencia para que podamos ayudarle a superar sus fobias. ¿Alguna pregunta?

—No, doctor, creo que nos hemos formado una buena idea del problema. Gracias, doctor, y buenas tardes.

—Gracias, doctor.

—De nada, de nada, es mi deber como profesional. Adiós y que tengan un buen día.

[…]

—Pues sí que nos hemos quedado silenciosos, agente.

—No sé, coronel, hay algo, no sé qué, que no me encaja.

—Estaba pensando, agente Towers, ¿para qué necesita la CIA un espía, un topo, en las instalaciones de Un Mundo Feliz?

—Queremos inspeccionar la naturaleza de las actividades de la Fundación, simple rutina.

—Ya… Simple rutina. Dígale al comandante…, a Ávalon, que si me necesita, puede contar conmigo.

—Lo haré constar en mi informe. Un placer haberle conocido, coronel, hasta la vista.

—Hasta la vista, agente Towers, algo me dice que nos veremos pronto.

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