Miguel Ángel, los dados no juegan a ser Dios (5)

6. Sala de terapia de Un Mundo Feliz

—Me alegro de que haya venido, señor Miguel Ángel.

—Y yo me alegro de que se alegre, soy fan de la alegría… ¿doctora?

—Eliza, llámeme Eliza. Espero que tengamos una buena relación sicóloga-paciente.

—Bien, si es a mí a quien corresponde tener paciencia, así será.

—¿Tiene usted algún problema con ser paciente?

—Llámame Miguel Ángel, por favor, y te suplico que me tutees, yo, a partir de ahora, lo voy a hacer, además, soy consciente de que tutearme no supone ningún problema para ti. Todos somos iguales, dejemos ya de usar el lenguaje para construir diferencias sociales.

—Por favor, Miguel Ángel, me gustaría que me respondiera a la pregunta que le he hecho anteriormente.

—Tutéame, por favor.

—Está bien, así lo haré.

—Sí, ser paciente es importante si lo que deseas es escoger el ritmo del tiempo y no que el tiempo escoja tu ritmo. ¿Dime, Eliza? ¿Por qué no puedo verte? Me agradaría mirarte a los ojos.

—Estamos aquí para ayudarle. Por favor, aténgase a las normas, forma parte de la terapia.

—Los ojos revelan intenciones que las palabras son capaces de ocultar. Aún así, tus intenciones no estarán nunca ocultas para mí. Mis palabras son como miradas. Mi verbo no vacilará ante el ojo hierático de esa cámara.

Tus palabras son como miradas. Tu verbo no vacilará. ¿Por qué te expresas de esta manera tan extraña?

—No más que la de cualquier otro ser humano, Eliza. Las metáforas son las vías de comunicación entre el hombre y el universo, entre la mente y el cuerpo. Las metáforas os harán libres para combatir el dolor, el sufrimiento y la enfermedad.

—¿Es necesario el sufrimiento, Miguel Ángel?

—No, no es necesario, Eliza. Muchos de vosotros estáis preparados para alcanzar la felicidad porque os duele el sufrimiento de vuestros semejantes y deseáis, con el poder que os otorga la mente, que este cese.

—Dices que la mente otorga poder. ¿A qué te refieres con esto exactamente?

—La mente otorga el poder de la felicidad y el de la infelicidad. Muchos de vosotros no sentís el dolor de los demás y eso, ignorantes de vosotros, os provoca un dolor aún mayor, porque incluso el que posea la abundancia material oscurecerá su existencia con su falta de compasión al prójimo.

—Miguel Ángel, debes realizar un esfuerzo en esta consulta por expresarte de un modo concreto. Forma parte de la terapia hablar de cosas concretas de tu vida, de tus experiencias, de tus pensamientos cotidianos, de tus miedos, de las razones por las que tú piensas que estás aquí.

—Debes entender, Eliza, que somos carne, cuerpo, materia, creación en estado puro. Evocamos la materia desde nuestra mente, pero, con esta materia, creamos de nuevo cuerpo, carne, mente, en un círculo constante de procreación. Es la materia, tan ínfima en el vacío reinante, tan difícil de atraer del lugar donde solo existe en forma de posibilidad, que debemos amarla en todas sus manifestaciones.

—¿A qué posibilidad te refieres, Miguel Ángel?

—A la posibilidad de conservarla y de moldearla a nuestro gusto. La materia es fruto de nuestra creación de posibilidades. Por eso debemos amar la tierra que pisamos, la vida que la habita y los seres que la interpretan.

—Los seres que la interpretan. ¿De qué seres estás hablando?

—De aquellos que albergan en sus corazones la compasión por sus semejantes. Vosotros los llamáis gentes de bien, yo los llamo seres de luz.

—¿Eres un ser de luz? ¿Qué es un ser de luz?

—Todos somos seres de luz. La luz os da forma y os hace visibles. La luz os sitúa y os dice a dónde vais. Os engendra en forma de partícula. Pensáis que la luz viaja muy rápido, pero cuando la alcanzáis, os expandís con ella en ondas. Donde quiera que esta vaya, iréis vosotros también. Y, ahora, yo os pregunto: ¿existe la luz o es sólo vuestra mente la que piensa que existe? ¿Cómo podéis saberlo?

—Por favor, Miguel Ángel, en esta consulta soy yo quien hace las preguntas, no me gustaría volver a repetirlo.


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