—Me agradó que el otro día me contaras tu secreto, Anicka, es muy satisfactorio que confíes en mí. Deseas que sea nuestro secreto porque sabes que actuaste mal, ¿verdad?
—…
—¿Verdad, Anicka?
—Vale, es que mi papá se enfadaría si supiera que me alimenté de ese señor de la OMG o como se llame. Nadie me presentó a ese señor, era un extraño, así que yo no sería una maleducada si me alimentaba de él. Cuando se fue, era ya de noche, y lo esperé a la salida de la plantación de papá, y te aseguro que sabía igual. ¿Cómo van a ser diferentes blancos y negros si su sangre sabe igual?
—¿Sigues teniendo problemas con la sangre, Anicka?
—…
—¿Anicka?
—…
—Tienes que contestar, Anicka Zischler…
—Espere… que me estoy secando las lágrimas… A veces parece que no me haces caso, pero, luego, me acuerdo de que tú… Eliza, ¿podemos ser amigas?
—Estoy aquí para ayudarte.
—Si yo pudiera comer lo que comen mis amigos, seguro que no estaría aquí. Estoy enfadada contigo, Eliza.
—Cálmate, Anicka, ¿por qué estás enfadada?
—No le has dicho a papá y a mamá que me den la misma comida que me dais aquí. Esta me gusta y no tendría que ir yo a buscarla; mis amigos no tienen que buscarla, se la traen sus papás, bueno, salvo a mi amigo Kenowe. Lo conocí cuando volvía del poblado, de alimentarme, él también se mueve muy bien de noche, estaba en los frutales, en la plantación. Le dije que eso era robar. Él me dijo que yo hacía lo mismo, tenía razón. Pero, ¿cómo me iba a alimentar de los de la plantación si los conozco a todos? Y a algunos los quiero mucho: a la mammy, al tío Nqwendo… Y en el poblado, claro, sólo hay negros, no es culpa mía… ¡Debes decírselo a mis padres! ¡Que me den la comida de aquí! Me recuerda a la que me daban en el hospital. No sé por qué, pero no querían que la probara, aunque, cuando no me veían, me quitaba la cañita del brazo y me tomaba el zumito, y estaba mucho mejor que las gallinas que me tomaba en casa. Cuando salí del hospital, también me tomé a mis gatitos y, un día, me tomé a Muffy, pero no debí hacerlo porque le echaron la culpa a la otra mammy. Mamá le dijo: “Aquí somos buenos judíos, somos respetuosos, pero no estoy dispuesta a tolerar estos rituales”. Después comencé a tomarme a los corderos, hasta que un día papá intentó cazar al que mataba a los corderos, qué risa, eso era imposible, ya te dije que me muevo muy rápido por la noche. No veas, formaron un revueloooo… Aunque no sé muy bien por qué. ¡Pero si ellos se comen las otras partes y no les extraña…! Papá decidió que…Huy, qué bostezo, perdona, Eliza, me está entrando hambre, está anocheciendo, ¿puedo irme?