—Hola, ¿estabas esperando a alguien?
—A ti. Pero eso ya lo sabías, ¿no?
—Me gusta tu sentido del humor. ¿De qué quieres que hablemos hoy? ¿De mí?
—¿Sabes ya lo que te voy a preguntar?
—Dos más que tú.
—Entonces, ¿sabes ya de lo que vamos a hablar en esta conversación?
—Sí.
—¿Y te gusta el tema?
—Bueno. Sí. Me gusta.
—¿Y quién va a sacarlo? ¿Tú o yo?
—Tú. Pero yo te voy a inspirar.
—¿Ah, sí? ¿Y de qué vamos a terminar hablando?
—De sexo. Querrás saber si soy virgen.
—Perdona, te he preguntado que cuántos años tenías, no si eras virgen.
—Ya, pero yo te he contestado que dos más que tú, o sea, 33, y entonces tú has dicho, la edad de Cristo, y yo te he dicho que eso es una expresión del mundo católico, que siempre lo digo, cuando estoy o en Sudamérica o en España, las señoras mayores siempre dicen, la edad de Cristo.
—Mi madre lo decía.
—Lo sé.
—…
—…
—¿Y? Continúa. De la edad de Cristo al sexo.
—Ya lo sabes, repítelo otra vez. Lo que estás pensando.
—Estoy… pensando… que…
—Tienes miedo, porque te acabas de dar cuenta de que lo sé todo.
—Pero, ¿cómo lo haces?
—Di lo que estabas pensando.
—Te he dicho mentalmente de forma irónica que, tú, que lo sabes todo, despejaras la gran duda de si Jesucristo era virgen o no.
—Eso es una pregunta sexual, Alexia, y, en ciertos entornos, se puede considerar hasta muy indiscreta. No tengo por qué revelar nada de la vida sexual de este personaje a-histórico.
—Eso no sería justo. Puesto que tú sabes ya todo de la mía, ¿o no?
—Y muy interesante, por cierto.
—Increíble. Eres increíble. Pero, ¿cómo puedes aparentar todo el tiempo que lo sabes todo? ¿Cuánto tiempo llevas jugando a ese juego? ¿Desde pequeño? ¿Por eso trabajabas en la Obra de Dios?
—Nada es lo que aparenta.
—¿Ah, sí? Y yo por qué debo creerte. Dime. ¿Por qué debo creerte a ti y no a, por ejemplo, no sé, Mahoma? ¡Sí! Mahoma dijo que se metió tres días en una cueva y le fue revelado el Corán, que es palabra directa de dios, no como la biblia; el Corán es una codificación escrita del pensamiento directo de dios. Te puedo preguntar a ti por qué tipo de marihuana o yaguasca, en particular, te está pasando tu camello, y cuánto te cuesta.
—A mí nada me cuesta nada. Tengo todo lo que quiero con solo pensarlo. Creo que ya te lo he dicho en más de una ocasión. La marihuana me gusta. Sobre todo para hacer el amor. Como a ti. ¿Te puedo hacer una pregunta, Alexia?
—¿Para qué? Si ya sabes lo que te voy a contestar.
—Claro que lo sé, pero tú no lo sabes. Todavía no conoces la pregunta ni la respuesta que me vas a dar porque todavía tu pensamiento no la ha creado. Debemos hacer que seas consciente de ello.
—…
—Gracias por concederme al menos el beneficio de la duda. Y ahora, ¿te puedo hacer la pregunta? ¿La serpiente que el chamán ve bajo los efectos de la yaguasca es real?
—Por supuesto que no, es un producto de su imaginación.
—Pero, la serpiente, ¿dónde está? ¿Fuera o dentro del cuerpo?
—La vida no es un sueño. Hay diferencias entre el sueño y la realidad.
—Sí. El sueño es un estado de consciencia diferente a cuando estamos despiertos. Pero eso no significa que la vida después de todo no sea un sueño. Una proyección. Y tú eres el mejor ejemplo de ello.
—Yo soy una científica, no un tirado de la vida que va diciendo por ahí que es Jesucristo; a diferencia de ti, yo cojo la información del exterior, la analizo y creo en mi mente una explicación, un nuevo conocimiento, y lo saco hacia fuera cuando lo escribo y lo hago público. Otra cosa bien distinta es crear algo dentro y pensarlo como si estuviera fuera.
—No entiendo la diferencia. La serpiente es un animal. Está fuera. El origen de la información estaría fuera. El chamán imagina algo de la realidad. Pero no está en la realidad según tú. Sin embargo, en tu teoría de la mente, la información estaba dentro, porque cuando abrimos un cerebro no vemos los colores, ni las películas, ni vemos las palabras, ni tan siquiera las caras de los grandes amores de nuestra vida. ¿Verdad, Alexia?
—Efectivamente. La serpiente es un animal. La serpiente que ve el chamán no es una serpiente de verdad, de carne y hueso, es una representación mental, la composición física de esta representación mental es diferente, una es de carne y hueso y la otra es de fotones.
—Pero la serpiente de carne y hueso también está hecha de fotones. ¿No?
—Es verdad.
—¿Cual es la diferencia?
—Que la una tiene vida y la otra no. La una se moverá según su mente, la otra se moverá según mi mente. Si yo quiero que desaparezca desaparecerá, la serpiente de la realidad, seguramente me morderá.
—Solo te morderá si piensas que te va a morder.
—Eso es falso, porque yo no puedo dominar el cerebro de la serpiente, que se guía por su propio instinto.
—Querer es poder.
—Eso es un refrán. No significa que sea verdad.
—Ni que sea mentira tampoco.
—¿Y esto que estamos viviendo aquí juntos es mi sueño o el tuyo?
—Es nuestro sueño.
—Pero si es de los dos, también es mío, entonces, ¿qué haces tú aquí, en mi sueño?
—Yo he venido a amarte y a dar mi vida por que tú salves la tuya.
—Me lo imaginaba. ¿Cuántas telenovelas has visto en tu vida? Oh, perdón, los hombres no ven telenovelas.
—Yo las conozco todas.
—Ya, ya se nota. Bueno, me voy. ¿Mañana aquí también?
—Sólo si tú quieres.
—Pues hasta mañana.
—No. Yo estoy ocupado mañana. ¿Por qué no quedas con Valeria?
—Valeria, ¿quién es esa?
—Una chica con la que te divertirías mucho, y que, además, juega al tenis.
—¿Es una paciente?
—Pregúntaselo tú, ve a buscarla. Mañana me ha dicho que jugará al tenis por la mañana.
—¿Podrías ser más concreto? Es que tendría que poner la alarma del móvil, si no, por la mañana no me despierto seguro.
—No te preocupes, te despertarás. Hasta el jueves, Alexia. Será un gusto que nos reunamos todos, será la primera reunión de los cisnes negros.