–¿Comando Pinochet? Aquí comando Videla, responda.
–Aquí comando Pinochet. Las fuerzas de seguridad del hangar resisten. Repito: resisten. Necesitamos otro frente inmediatamente. Repito: inmediatamente. ¿Cuál es su situación, Videla 1?
–Hemos tomado el hotel y el hospital. Mientras nos posicionamos, una avanzadilla intenta realizar la apertura mecánica de la puerta del búnker.
–Tiempo estimado. Cambio.
–Pendiente de estimación. Cambio.
–Le comunico que las fuerzas de seguridad de la puerta se han replegado. Se han unido en un solo grupo y ahora intentan expulsarnos de nuestra posición del ascensor de carga. Aún así, hemos tomado el anillo del nivel 5 del perímetro. Cambio.
–Entendido. Cambio y Corto.
(…)
–Videla 1, debe usted avanzar. La puerta se abrirá.
–¡Cállese, prisionero! ¡Ya me han oído! ¡Videla, 2, 3, y 4! Cojan a sus hombres y avancen. Llévense al prisionero y mantengan la comunicación.
–Videla 1, no se aprecia actividad en los accesos. Todo está inactivo. Veo unos hombres en el suelo. ¡Nuestra avanzadilla ha sido neutralizada! Dicen que han sido desarmados por una vieja que portaba una metralleta escondida en una falsa muleta y que ha huido con su prisionera. Nos informan también de que la puerta está abierta. Repito: la puerta está abierta.
–Posición de ataque e informe, Videla 2.
–Estamos tomando posiciones de ataque. El prisionero solicita nuestra escolta hasta los ascensores porque tiene una cita a la que acudir, porque dice que volverá y porque siempre dice la verdad. Le asigno Videla 16 y 17 como escolta.
–¿Qué?¿Qué tontería es esa? Repita, Videla 2.
[…]
–¡Vamos, prisionero! Tenemos orden de protegerle hasta… ¡Aaaggg!
–No, no, no es necesario. No lo mates, Ellen. Si estos hombres que se disparan entre ellos supieran que es la misma cartera la que les paga y el mismo bolsillo el que se enriquece con sus muertes, no dispararían un solo tiro más.
–¿Qué? Está bien. Tú, tira el arma, contra la pared.
–Comunicad a Videla 2 que habéis completado la orden con éxito. Videla 16 y 17, podéis ir en paz.
–Pero, ¿están a tus órdenes?
–No.
–No entiendo nada. Estás loco de verdad, Miguel Ángel. ¿Qué haces aquí? Entra conmigo en el centro de control informático, en el despacho del señor Chan no pueden entrar ni ellos. ¿Qué pretendías? ¿Pasar con sólo esos dos a través del fuego cruzado? Las fuerzas de seguridad se han concentrado todas en el acceso a los ascensores.
–Tengo una cita a la que no puedo faltar.
–Además, ¿cómo sabes mi verdadero nombre?
–No eres la única espía aquí.
–Está bien, está bien. Mi instinto me dice que no supones una amenaza ni para mí, ni para mi misión.
–Lo que tú llamas instinto es la verdad de mi mente, que aflora sin perturbaciones de pensamiento en la tuya. Ese es tu don, hazle caso, Ellen.
–El ascensor del señor Chan se comunica con el refugio de Margaret. Puedes acceder a los laboratorios del búnker desde allí. Voy a mirar cuál es la secuen…
–5, 7, 5, 0, 0,3 y 5 otra vez.
–Vaya, veo que estás informado.
–Sabiduría y amor, Ellen.
–Sí, cuídate, ¿vale?
[…]
–Primera vez que me despiertan con un beso. ¡Qué frío! ¿Dónde estoy? ¿Qué pasa? ¿Tanto fumé? No me acuerdo de nada. Solo sé que tengo mucha sed de la maria.
–Has muerto y resucitado con un beso de amor. Sigue bebiendo.
–¿Qué es esto?
–El antídoto del veneno que has tomado. Deja que mi calor te abrace. Te reconfortará del frío de la cámara.
–Pero, esto es horrible, ¿estoy en una fiambrera? Pero, ¿qué me ha pasado?
–Ahora no hay tiempo. Debes huir de aquí. El refugio de Margaret, está aquí al lado. Hay un ascensor. Marca el último piso. Acércate al balcón y salta por él.
–¿Qué? ¿Que me tire por una ventana? ¿Quieres que me mate?
–Alexia, acéptalo, no morirás.
–Bueno, bueno, de momento, voy a beber más de esto, que todavía tengo la cabeza algo nublada.
–Ya has bebido suficiente.
–Pero, ¿dónde está? Si lo puse aquí. Estoy segura.