–Tendremos problemas al llegar a la puerta, intentaré convencerlos de que entráis como sujetos de pruebas para el laboratorio. Será mejor que dejéis las armas.
–Ni hablar, la pipa y yo no nos separaremos hasta la tumba. ¿No, Malone?
–No la sueltes, pero escóndela, Luccianno. Si se te ocurre alguna estratagema, Wittgenstein, te vuelo los sesos.
–Vosotros mismos.
–Yo también tengo que entrar. –¿Otra persona más? Valeria, mi entrada y la de Alexia estaba programada, yo no podré hacer nada si no os dejan entrar.
–Ya se le ocurrirá algo a Alejo. ¿Verdad, Alejo?
–( …)
–¿Alejo? ¿Alejo? ¡Siempre me hace lo mismo! Cuando menos te lo esperas, coge su posibilitador cuántico y atraviesa alguna pared y se pira como el tío sierra. ¿Tú crees que eso está bien, Luccianno? ¡Un poco de comunicación! ¿No? ¡Sobre todo de alguien que dice que me quiere!
–No, no, claro que sí, sí, señorita. (No veas cómo se le pira la flapa a la niña, Malone).
–Eso a ti no te importa. Lo único que te tiene que importar es que nos jugamos el pellejo si la niña no sale vivita y coleando de aquí.
–Hemos llegado, pero qué raro, no hay nadie de seguridad. Puede que hayan puesto el búnker en modo autónomo. Si está sellado, nadie puede entrar ni salir.
–De cojones, pantufla, vámonos de aquí.
–¡Cállate, Luccianno! Y deja al bata este trabajar.
–CONTROL INFORMÁTICO. BUENOS DIAS, SU NOMBRE, POR FAVOR.
–Doctor Noam Wittgenstein. Solicito entrada.
–Reconocimiento vocal… positivo. Reconocimiento dactilar…positivo. Reconocimiento de iris… positivo. Tomografía cerebral… Espere…positivo. Acceso autorizado.
–(Tarda un poco en abrir, déjenme a mí hablar con seguridad de puerta).
–¡¡¡¿?!!!
–TATATATATA…TATATATATA
–¿Dónde nos has metido, gilipollas? ¿En la segunda guerra mundial? Malone, saca la pipa, reparte plomo pa to quisqui.
–¡BANG! ¡BANG! ¡BANG!
–Corramos hasta los ascensores, allí estaremos a salvo.
–¡Espera, espera, Valeria! ¡Tenemos que ir al centro de seguridad de control informático para conseguir las secuencias de los ascensores!
–¡No! ¡Corre! Las secuencias ya las tengo yo.
(…)
–¿Valeria, estás segura de que esta es la secuencia? Si nos equivocamos, nos quedaremos atrapados en el laberinto de ascensores.
–Confíe en mí, doctor Wittgenstein. Para el laboratorio de inmunología, marque 7, 3, 2,1 y 7 otra vez.
–Si te equivocas, Alexia…
[…]
–¡Alejo! Me tenías preocupada. ¿Dónde te has metido?
–…
–¡Ah! Vale, pero, por lo menos, avisa.
–…
–Pues no sé cómo nos vamos a llevar el cuerpo cuando salga de aquí. ¿Alguna idea?
–…
–¿Mac Cain? Y ¿quién es Islanovska?
–…
– Ahora, cuando salga Wittgenstein con Alexia se lo decimos, bueno, se lo digo yo. ¿Has estado en la sala con los médicos?
–…
–Ok. ¿Se han dado cuenta de que estaba embarazada?
–…
–¿Y han hecho prueba de paternidad comparando el ADN de los pacientes de Un Mundo Feliz?
–…
–Qué lista soy, sabía que Miguel Ángel era el padre. ¡Señor Wittgenstein! ¡Espere! ¿Dónde va?
–Todo marcha bien, de momento. Ahora, la llevo al depósito de cadáveres. ¿Y los pájaros?
–Les he dicho que “los metralletas” no pueden llegar hasta aquí, que no tienen la secuencia de los ascensores, pero, aún así, no se lo creen y vigilan en la puerta del ascensor, por si vienen. Señor Wittgenstein, debo decirle que hemos visto a su novia, se dirigía al refugio de Margaret.
–¿Islanovska? ¿Margaret? ¡No, no! ¿Qué hace ella aquí? ¡Puede trastocarlo todo!
–Tenga, aquí tiene las secuencias para hoy. Búsquela. Nosotros llevaremos el cuerpo de Alexia al depósito.
–Valeria, es crucial que su cuerpo esté allí. ¿Lo entiendes? Tiene que estar allí antes de que Miguel Ángel llegue, él tampoco tiene mucho tiempo.
–Allí estará, no se preocupe.
[…]
–Es el momento, Alejo, estamos solos. Haz lo que sea antes de meterla en la cámara.
–…
–¿Qué tienes que hacer qué? ¿Comprobar el ADN del feto? Pero, ¿para qué? Ay, pobre, menos mal que estás dormida o muerta o yo qué sé, porque si vieras la aguja saldrías corrien… ¡Ay! ¿Y para qué me pinchas a mí también?
–…
–El ADN de dos personas nunca es el mismo, listillo, ¿cómo pretendes comprobar que el del feto y el mío sean el mismo?
–…
–Alejo, ¿qué tratas de esconder en tu cabeza? ¿Cuál es ese pensamiento que estás intentando impedir comunicarme? Alejo, se te están escapando pensamientos de remordimiento y culpa ¡¿ALEJO?!
–…
–¿QUÉ? ¡No es verdad! ¡No es verdad! ¡No puede ser verdad! Pero, ¿cómo voy a ser la niña que está en el vientre de Alexia?
–…
–A ver, a ver, a ver si lo entiendo. O sea ¿que lo que me estás diciendo es que te llevaste el feto a tu planeta y al traerlo de nuevo hubo un desfase cuántico y llegaste 18 años antes y lo metiste en el vientre de mi madre? Pero, ¿cómo me puedes decir esto ahora? Nunca me has querido, lo has hecho todo por interés.
–…
–¡No se arregla con un “lo siento”! A ver, tú buscabas a Alexia, no a mí, me encontraste y te enamoraste.
–…
–¿Mac Cain? ¿Alexia? ¿En Amsterdan?
–…
–Ya, ya, ya, ¿cómo pretendes que me crea esta historia? O sea, vamos a ver, a ver si es que me he enterado yo bien o es que estoy subnormal perdida, según tú, a la vuelta, rastreas a Alexia y la encuentras en un hotel de Amsterdam. Allí la salvas antes de que Mac Cain la matara, pero Alexia se tira por la ventana y antes de que caiga sobre Anicka, te mimetizas y amortiguas el golpe Alexia. Justo en ese momento, salta tu scanner de ADN te advierte de mi presencia en el hotel y te quedas sin reaccionar, porque es imposible que yo exista. Un colgado que pasaba por allí y que gracias al efecto de las drogas, logra verte, piensa que eres un alienígena y aprovecha tu desconcierto, te captura y te deja envuelto en celofán antes de avisar a sus amigos de que hay un extraterrestre y de que él ha salvado a la tierra. Miguel Ángel te escucha desde la habitación de al lado y acude a soltarte. ¡Es la historia más inverosímil que he escuchado en toda mi vida, Alejo! ¡Ya no puedo creer en ti!
–…
–No me hables de cuestiones técnicas. ¿Yo que sé si la velocidad de entrelazamiento quántico nunca puede llegar a ser instantánea y que 18 años es inapreciable en los 4500 millones de años que hay hasta tu planeta a la velocidad de la luz? ¿Crees que me importa? ¡18 años para mí no es inapreciable!
–…
–¿Que te diste cuenta de que algo habías hecho mal cuando me encontraste con 18 años? ¿Y a otro tú crionizado en la nave? ¿Dos naves? ¿Dos tú? ¿Pero que sois los mismos? ¿Cómo quieres que te comprenda?
–…
–Cállate. No quiero escuchar nunca más voces en mi cabeza. Tenían razón. Estoy loca. Soy una esquizofrénica. Ya me tienes en ese tarrito, ¿no? Pues si tienes que clonar en tu planeta esas células antes de que se especialicen en tejidos, vete. Eso es lo que yo quiero, que te vayas.
–…
–¿Alejo?
–( )
–¿Alejo, dónde estás? No me dejes sola, yo te am…