Segundo paciente V-13: Wittgenstein y su último viaje a Oz (107)

–Miguel Ángel, tienes que hacer un esfuerzo, recuerda que yo soy la doctora Eliza, tu doctora, contéstame porque sólo pretendo ayudarte.

–Ya te he contestado, en realidad, sólo pretendes ayudar a la doctora Islanovska.

–Tú crees que lo sabes todo.

–Tú lo dices.

–Bien, si así fuera, deberías saber lo que te voy a preguntar ahora, ¿no es cierto, Miguel Ángel?

–No vas a preguntarme nada, sino que te preguntarás a ti misma cómo he podido saberlo, porque tú a veces eres ella, otras veces eres él y la mayoría eres ello.

–¡…!

–¿Lo ves? De mago a mago, señor Oz, si quieres saber, sólo tienes que preguntar, Wittgenstein.

–Está bien, fuera caretas, entonces, ¿cómo sabías que querían asesinarme? ¿Y por qué querían asesinarme? ¿Estabas implicado en el asunto? ¿Por qué me advertiste? ¿Quién eres realmente?

–Yo soy el que soy. Porque el amor, y eso es algo que has comprendido, debe ser la causa de todos nuestros actos. Los que desean tu muerte también desean la mía, estamos entrelazados en un destino común. Lo peor que se le puede hacer a un padre es quitarle lo que más ama: su hijo. Una joven llamada Valeria me lo contó, había escuchado en el confesionario una conversación comprometida, es a ella a quien le debes dar tu agradecimiento, no a mí.

–Dices que la fuente de mis actos debe ser el amor, pero, ¿qué pasaría si esos actos realizados por amor me obligan a hacer algo que no quiero o que está mal? Ahora yo estoy en deuda contigo, me has traído el amor de mi vida y, seguramente, mi vida en sí. Has evitado el sufrimiento de mi padre, cambiado mis creencias, mis convicciones… Pero, al mismo tiempo, no puedo permitir que le ocurra nada a Islanovska. He leído las transcripciones de tus sesiones con Eliza. Sé que estás enamorado de Alexia, desde el primer día en que la conociste y ahora yo tengo que matar…la…Tantos errores en mi vida cometidos, uno más, qué más da, solo quiero que…me comprendas y me perdones.

–En verdad el perdón sólo te llegará cuando seas tú mismo quien te puedas perdonar. Pero equivocas mi verbo, no te hablaba de actos por amor, sino de actos de amor. Actos cuya fuente sea el amor. Nadie te obliga a nada, tú eres dueño de tus actos. Tú tienes la última palabra al elegir: ¿vas a realizar un acto cuya fuente sea el amor o el odio?

–Yo… yo… Todos teníais razón, no soy más que un mierdecilla engreído y consentido, pura fachada, pero, ahora, ahora, todo ha cambiado, soy yo, yo mismo y odio toda esta mierda de mundo que me he montado y… no puedo dejar que Islanovska sufra, es lo único real de mi vida… pero para eso yo… yo… no puedo, no puedo, ¿porqué tenía que ser a ella? ¿Por qué? No puedo matarla y, por eso, mi amor va a sufrir… ¡Te odio!

–No llores, has escogido libremente y has escogido un acto de amor. ¿De verdad piensas que hubieras actuado de otro modo si no fuese mi amor la persona a la que debías matar? Te conozco yo mejor de lo que tú te conoces.

–¡Basta! No quiero que enturbies más mi cabeza, tengo que escapar, debo encontrar a Islanovska y escaparnos donde no nos encuentren, debo pensar en cómo lo voy a hacer.

–Eso es lo que harás, pero antes, demostremos que un acto de amor genera una fuerza más sólida y consistente que cualquier acto de egoísmo. Toma.

–¿Qué es esto?

–Un veneno.

–Yo ya tengo un tarro igual.

–Pero, con este veneno, Alexia morirá y a las tres horas resucitará. Durante este tiempo estará clínicamente muerta. Nadie notará la diferencia, pensarán que no resistió tu pócima y que has ejecutado tu tarea.

–¿Cómo es posible?

–Los chamanes han visitado muchas veces el inframundo, gente sabia y curiosa. Sé sabio y sigue el camino que te va a indicar el buen pastor. Dame tu pócima, toma esta, mi amor por tu amor, una vida por otra.


Comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

error: Este contenido está protegido, no puedes copiarlo ni publicarlo en otro sitio web.