–¿Qué haces, Bill?
–Un momento, Sue, quiero escuchar el resultado de la lotería interestatal.
–Vamos, Bill, no nos vamos a enterar del transmisor.
–Cómo se nota que tú no te tienes que preocupar por la jubilación.
–Bill, todavía no llegas a los cuarenta.
–Lo sé, mira a Fred, un día de mala suerte y jubilado con una mierda de paga. ¿Qué pasa? ¿Que tienes que morirte de viejo trabajando para que el seguro te pague? Nuestra profesión es muy arriesgada, Sue, y todo lo arreglan con honores. Déjame escuchar.
–(Eso dicen, la suerte está echada, el Niágara, la esperada ampliación del Montecito, obra del prestigioso diseñador de superestructuras, el señor Chan, está viviendo una inauguración a lo grande; a ella han acudido todas las grandes figuras que han pasado por El Montecito en los últimos treinta años. La obra, que rivaliza en altura y proporciones con la propia catarata, será, seguro, el blanco de las numerosas parejas que acuden aquí, a Las Vegas, a casarse. La que se ha convertido en la mayor cascada artificial del mundo, esconde, tras ella, el mejor casino y el mejor hotel de Las Vegas de todos los tiempos. ¡Escuchen cómo empiezan a sonar ya las ruletas! Se estima que solamente en el día de hoy se jugarán cerca de un billón de dólares. ¡Imagínense que premios!…)
–Las Vegas… quién pudiera ir allí a invertir unos ahorrillos, Sue.
–¿Estas tonto, Bill? Si eso es como unas tragaperras, el Niágara está diseñado para que gane el que lo ha construido. ¡Venga, apaga eso ya! La lotería interestatal la habrán dicho antes.
–No te preocupes, Sue, en comisaría me han dicho que esperemos ruta. La patrulla de Cheadle, la de Pearson y la de Debney están en revisión médica.
–¿Nos dejan sólo con dos patrullas para Central Park?
–(Aquí la central, patrulla 27, sector noroeste.)
–El lago y el Golden State, Bill. Nunca he patrullado esa zona. ¿Qué camino cojo, Bill?
–Por ahí, por donde ha cogido esa limousine.
–¿La sigo?
–Sí, irá a los aparcamientos vip del hotel. Cuando llegues, te desvías a la entrada principal, nos quedaremos en las cercanías del Lago. ¡Dos patrullas, joder! Hoy viernes. Seguro que se llenará el parque, Sue.
–Bah, si será otro día de rutina como cualquier otro. ¿No ves que, a partir de cierto momento en la vida, ya casi todos los días son iguales?
[…]
–¡Cariños, me encanta El Montecito, huele a dinero partout! ¡Qué agradable, Moctezuma, que convocaras la reunión aquí, justo el día de la inauguración del precioso Niágara!
–Napoleón, déjate de francesismos. Vamos al grano. ¿Dónde están esas ostras?
–¿Y este vino? Moctezuma, ¿pero qué vino han traído tus asesores?
–Perdón, cariños, ¿han visto mi bebida azul?
–Vosotros, los jóvenes pensáis que lo sabéis todo. Es un vino español, Ramsés. Allí hacen buenos vinos. En España. Pruébalo, don SIBArita, hay qUE ARRIESgar.
–¿España? ¿Sudamérica dices en?
–Por favor, Atila, que España está al norte de África. ¿Verdad, Ramsés?
–Nuestro ángel maldito es de allí. No me gusta, me da mala espina. Pásame eso, no sé qué es.
–Esto son vierias, Gengis, y también son de España. Que, por cierto, se halla al sur de Europa, Alejandro.
–Lo que tú digas, Ramsés. Un poco de disfrute antes de entrar en materia. Disfrutemos del sitio, estamos en uno de mis estados preferidos: Las Vegas. Vamos a jugar todos a la ruleta, a ver quién gana, yo apuesto al rojo.
–Estoy contigo, Alejandro, también es uno de mis estados preferidos, cadena perpetua por tres robos de más de doscientos cincuenta dólares. ¿No es maravilloso? Sí, señores. Y aquí, en este bellísimo casino, se da una recompensa de quinientos dólares a aquel que descubra a alguien robando al casino. ¿Alguno de vosotros, caballeros, ha descubierto dónde está mi bebida azul?
–Solo nos falta convertir en DELINcuentes a todos esos ceREBRItos del TIM que les da por entrenar el cerebro para contar cartas y vienen aquí a forrarse. Antes podías coger a un inDESEABLE de esos que estaba robando al casino y TIRARlo como un PERRO EN MEDIO DEL DESIERto. Tenemos que volver a los vieJOS TIEMPOoo ghó, ghó, ghó. Dame mi puro. ¡Venga!
–Toma. ¿Y mi bebida azul, Moctezuma? Creo que voy a apostar por el rojo, como Alejandro, no, no, no, por el negro.
–Bien, contra mí, nos vamos animando. ¿Y tú, no apuestas, Ramsés?
–Solo apuesto cuando sé que tengo la absoluta certeza de que voy a ganar. Aquí la gente viene a perder su dinero. A dárnoslo. ¿Os imagináis que algún día a alguno se le ocurriera pedírnoslo de vuelta?
–Esa, schup, tía, Alexia, pretendía, schup, recoger firmas, schup, para llevar, schup, al congreso, schup, una ley anticodicia que obligaba a los casinos a invertir, schup, schup, el dinero que perdía la gente en gasto social, schup, schup, schup.
–¡Pero qué asco, Genghis! ¡Para! Si se repartiera entre la población norteamericana el 75% de la riqueza generada por el juego legal, a cada americano le corresponderían 341 dólares y quince centavos mensuales. Si queréis saberlo, el que apueste al rojo, perderá.
–MIErda de matemáticas, Carlitos, hay veces que me das miedo. ¿Qué has estado haciendo todo este tiempo? ¿Mirando las cámaras de todas las JODIdas ruletas y calCULANDO? Yo te digo que sólo se gana cuando se hace lo contrario a lo que se espera. Apuesto al ROJO ggho, gho, ghó. ¡Venga, Carlos! Vamos a ver ese video, a ver qué tripa se le ha roto a Adolf, estoy ya un poco cansadito de sus videos.
(…)
–¿Habeis visto? ¿Qué opináis? ¿Eh? ¿Eh? ¿Te sudan las manos, Napoleón? A Atila no le ha gustado, se ha puesto de espaldas en el rincón.
–Nos a seguro se los Cisnes escapar.
–Dice que seguro que se nos van a escapar los Cisnes.
–A mí me da mucho yuyu lo del Baphomet; es como una cabra con cuernos, una vez lo vi en una misa satánica, salió del fuego.
–Eso es una tontería, Genghis, lo peor viernes de trece todo es que es.
–Atila dice que…
–Por última vez, señores, ¿ALGUIEN HA VISTO MI BEBIDA AZUL?
–Lo hemos entendido. Esa es la fecha de cumpleaños de Valeria, se ríen de nosotros, como con Internet. ¿Qué ocurrió? ¿Ya no tenemos memoria? Una se puso a chatear, la otra a jugar, el otro a mandar correos de amor, la otra a devorar páginas de activistas, y Miguel Ángel ni siquiera se conectó. Se están cachondeando de nosotros. CA-CHON-DE-AN-DO.
–Puede que tengas razón, Ramsés, pero yo andaría precavido… ¡AAAGHH! ¡CAbrón, has cortTADO MI PUro por la mitad! ¡Guarda el florete otra vez en tu bastón! ¡Es que no aguantas una broMA, NAPOLEÓN! ¡Toma! Tu joDIDA bebida azul!
–¡NO AGUANTO QUE SE CACHONDEEN DE MI! Y, MENOS, ESOS DESPRECIABLES CISNES SUCIOS. ESOS ESPÉCIMENES VAN A TENER SU FIESTA, PERO UNA FIESTA ROJA; SU SANGRE DERRAMADA VA A SER NUESTRO PRECIOSO REGALO DEL “DIA DEL ARMAGEDON”!
–Tranqui, Napo. Genghis está contigo. El diablo está de nuestra parte. Yo apuesto al trece y al rojo. Dame un cangrejo-buey, la sangre me despierta el apetito.
–No necesitamos a esos penDEJOS. Ese día tendremos la vacuna. Cogemos lo que eS NUESTRO y ARRASAmos con TODO y CON TODOS, sin que nadie SE LO esPEREEE. ¡JÁ Jó, ghó, aaghó!
–Puede morir no Alexia. Trece apuesto y negro yo.
–Pues, si no se muere, la condenamos a violación perpetua, a ver si le divierte ser inmortal. ¿Qué hago? ¿Llamo a Nexo y que lo prepare todo? Van a cerrar las apuestas en la mesa. Decidid rapidito. ¿Qué opinas tú, Ramsés?
–Que nos ataquemos a nosotros mismos es lo que menos se esperan. La apuesta más arriesgada. La única manera de acertar. Yo no apuesto.
–¡Eso es Ramsés! BuENA APUESTA. ¿Y tÚ, Carlitos?
–De acuerdo. Pero esta es mi apuesta: a todos los negros menos el trece. La bola decidirá.
–(No más apuestas, señores, el juego va a comenzar…)
–¡¡¡… … …!!!
–(Blanco, señores, la banca gana.)
–¡JUÁ!¡JUÁ!¡JUÁ!¿Quién de nosotros no aposTÓ? ¿Ramsés? ¡JUÁ! ¡JUÁ!¡JUÁ! Ramsés, TÚ GANAS.